POLÍTICA ZOOM
En los mercados de la política, el entretenimiento, la moda, los servicios, los medios o la academia “el colorismo” se cotiza con exageración, por eso el negocio del blanqueo obtiene tanto ceros, incluso por encima del dedicado al rejuvenecimiento
en su cuerpo los peores excesos de nuestra era.
Algo parecido sucede con los filmes y sobre todo con las novelas fáciles de la pantalla chica. Ahí la piel, como la antigua fotografía, sigue expresándose en blanco y negro. No tienen color los roles del financiero exitoso, del académico brillante, de la amante más deseable. En cambio, se oscurece la piel cuando hay que representar al malvado, al perverso, al narco o al asesino.
El caso de las telenovelas latinoamericanas es lamentable cuando en su narrativa la trabajadora del hogar que logra ascender es únicamente aquella que tiene como mérito la piel deslavada; mientras tanto, el sátiro o el villano, no importa cuán alto caminen en el pent-house, si carecen de cualidades es porque heredaron la piel equivocada.
Hace unos cuantos días las redes sociales estallaron en México porque una antigua trabajadora de un restaurante caro reveló la política laboral de sus ex patrones, la cual consiste en proporcionar las mesas más vistosas a las personas más blancas y los rincones más sombríos a quienes poseen piel morena.
Se trata de poner en vitrina los cuerpos pálidos y cerca de los sanitarios a los mejor pigmentados. Algo similar ocurre en el complejo universo de las empresas donde la pigmentocracia –el poderío del colorismo– define de manera muy relevante el tamaño de la nómina que cada quien obtiene.
¿Y qué decir de la política? Hasta hace muy poco el pantone de la piel se relacionaba directamente con el éxito en las urnas. Si bien la democracia se ha encargado de que en algo se modifique esta circunstancia, todavía en muchas regiones, mientras más pálida sea la oferta electoral, mayor demanda despierta, independientemente del color de la piel de la persona que vota.
En fin, que, respecto de la piel humana, ya se dijo, el estigma y el prejuicio continúan siendo muy importantes. Un día, quizá, otros órganos tendrán mejor suerte, pero mientras tanto la superficie y la envoltura permanecerán sobrevaloradas.
Cierro con un test de esos que abundan en las revistas en cuya portada predomina la gente blanca: