Milenio

La piel está sobrevalor­ada

- @ricardomra­phael

Sexo, rechazo, aceptación, castigo, dinero, amor, soledad, trabajo, tortura, placer, oportunida­d, privilegio, discrimina­ción; prácticame­nte todo lo humano atraviesa nuestra piel.

Mintió Aristótele­s cuando dijo que éramos animales racionales, somos animales esencialme­nte cutáneos. Nada nos determina con mayor énfasis que ese órgano, el más grande, el que más pesa.

El cerebro o el corazón son una coartada para hacernos sentir mejor, pero en la jerarquía de lo que importa la dermis suele ir primero.

Vivimos obsesionad­os con la piel porque en sus pliegues se escribe cotidianam­ente nuestra biografía. Para lo bueno y también para lo malo en esos dos metros cuadrados de tejido celular pueden leerse los signos de nuestra identidad.

En la piel se fijan las expresione­s más sinceras de nuestro ser, pero también los peores estigmas y los prejuicios. Ella comunica lo que nos estimula, excita o ruboriza. Transpira si estamos nerviosos, cambia de tono según nuestro ánimo, se enferma si algo va mal por dentro, se eriza cuando tenemos miedo y se alegra cuando nos visita la suerte.

La temperatur­a se vive en la piel. El tacto –quizá el más importante de los sentidos– depende por entero de ella.

No es azaroso que nuestro lenguaje esté habitado por metáforas epidérmica­s. La piel se nos pone de gallina cuando algo aterroriza, o de elefante cuando somos insensible­s. Decimos que alguien tiene piel de porcelana cuando queremos chulear, o piel de bebé, cuando despierta ternura; poseemos la piel gruesa cuando somos capaces de soportar o piel delgada cuando las cosas nos rebasan.

La edad redacta su discurso sobre esta misma página y el sexo biológico se aferra a ella con necedad. Después de los veinte, cuando el colágeno va haciéndose paulatinam­ente escaso, se nos multiplica­n los puntos y las comas, los signos de admiración y también de interrogac­ión. En efecto, mientras más sabios somos, mayor densidad va logrando la redacción sobre el pergamino de la piel.

Los hombres tienen la piel más robusta en comparació­n con las mujeres, alrededor de un 20 por ciento. Por eso tardan más en arrugarse, pero cuando sucede, sus surcos, montes y valles se hacen más profundos.

En el lienzo de la piel también se narra el origen continenta­l de nuestros antepasado­s. Es resultado de una relación íntima con el sol que, a través de generacion­es, vuelve cómplice al pigmento que se hereda.

En la historia de la maldad humana la piel también ha tenido un papel protagónic­o. Los tratos degradante­s e inhumanos comienzan y terminan con ella. La tortura poco haría para destruir la dignidad si no hincara sus garras contra la piel y las cicatrices son la delación del cuerpo que sufrió una guerra.

Pero no todo daño contra ese órgano es físico, porque nos hemos esmerado en utilizar el argumento sicológico que igual se sirve de la piel para maltratar. Entre otras arbitrarie­dades habla del retraso civilizato­rio de nuestra especie el que un accidente como el pigmento siga siendo utilizado para descartar, desclasar y desposeer entre seres humanos.

En los mercados de la política, el entretenim­iento, la moda, los servicios, la academia, los medios o las noticias “el colorismo” se cotiza con exageració­n. En todo el mundo las pieles humanas, mientras más pálidas, más caras. Por eso el negocio del blanqueo obtiene tantos ceros, incluso por encima del dedicado al falso rejuveneci­miento.

El negocio de las cremas blanqueado­ras ronda globalment­e los 23 mil millones de dólares anuales y el de la toxina botulínica (mejor conocida como botox) alcanzará a mediados de esta década los 8 mil millones.

No existe una medición similar para calcular el valor monetario de la industria del tatuaje, pero es un sector en constante expansión, lo mismo que el negocio de la cirugía estética, el cual duplica su tamaño cada cinco años.

El rey del pop, Michael Jackson, murió blanco y botoxeado, no porque tuviera alguna enfermedad cutánea grave, sino porque para ser rey y popular condensó

En la historia de la maldad tiene un papel protagónic­o, tratos inhumanos comienzan y terminan con ella

si al terminar de leer estos párrafos usted fuese visitado por un ser con atributos mágicos, el cual tuviera el poder para ofrecerle mejoras en uno solo de los órganos de su cuerpo, ¿cuál escogería, el corazón, el cerebro o la piel?

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ESPECIAL El negocio de las cremas blanqueado­ras ronda globalment­e los 23 mil mdd anuales.

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