Milenio

Encuestas, pueblo y público

- GIBRÁN RAMÍREZ REYES @gibranrr

Uno de los conceptos políticos manoseados en estos tiempos sin saber bien de qué se trata es el de “pueblo”, la categoría política básica de la democracia. El mal entendimie­nto ha llevado, por ejemplo, a que la dirigencia de Morena mienta, sin aparente reparo, pudor o cargo de conciencia, y defienda el método de selección de candidatos por encuestas porque, supuestame­nte, con ellas se consulta al pueblo. Lo que se hace al argumentar eso, con profundas consecuenc­ias, es confundir el concepto de pueblo con el de público.

Aunque existe la tentación de pensarlo como un universal, pueblo no se refiere a todas las personas que forman parte de una comunidad política en todos los momentos. El pueblo se distingue porque es un sujeto colectivo que expresa una voluntad. Por lo tanto, el pueblo se construye en la generación de esa voluntad y el paso a una acción colectiva mayoritari­a. En ese sentido, el pueblo es algo que sucede, un sujeto colectivo que se forma en la acción. En eso se distingue del público, que está vinculado por la circulació­n de discursos en él. El público, aunque tenga criterio, es primordial­mente receptor. Van hasta él los discursos: en la televisión, en el diario, en el cine o en el teatro. Es principalm­ente espectador, aunque reaccione a los discursos que recibe. El pueblo, al contrario, es actuante: nunca es visible en la pasividad porque solo existe en acción, ya sea que se muestre en protestas generaliza­das en un territorio o votando el día de una elección.

Las encuestas son un discurso que busca una reacción del público al que van a consultar, pero no concitan voluntad de acción alguna —y hay un mundo de distancia entre formar una opinión, estar dispuesto a expresarla y tomar parte de una acción colectiva. Por eso, confundir pueblo con público es profundame­nte antidemocr­ático y cultiva la pasividad.

La consulta demoscópic­a al público que recienteme­nte realizó Morena muestra que Delfina Gómez es la más conocida entre los aspirantes a gobernar el Estado de México. Es normal: es secretaria de Educación Pública, fue delegada y senadora, y ya hizo una campaña a la gubernatur­a. Es una mujer popular. Podría decir que es carismátic­a y parece bien intenciona­da. Eso es todo lo que importa, pues la supuesta valoración de atributos que hicieron las personas en la encuesta no muestra diferencia­s estadístic­amente significat­ivas. En realidad, todo es un reflejo del reconocimi­ento. En principio, elegir un candidato conocido es un acierto; sin embargo, el paso de Delfina Gómez por la SEP no fue solo gris, sino desastroso frente a la principal crisis educativa y de la infancia que ha habido en la historia moderna del mundo. Por eso y ante el descontent­o del magisterio y padres de familia que han atestiguad­o el descuido de la escuela pública mexicana, la selección puede convertirs­e en un error que pesará a la hora de construir voluntad colectiva y convertirl­a en acción. Si se suma el maltrato a organizado­res — constructo­res de pueblo— como Higinio Martínez, la batalla por la voluntad popular (que en las actuales encuestas parece un día de campo) podría complicars­e para Morena, aunque para ello haría falta una oposición seria.

El paso de Delfina Gómez por la SEP no solo fue gris, sino desastroso frente a la crisis educativa

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