Milenio

El buen gusto y la educación a debate

- HÉCTOR ZAMARRÓN hector.zamarron@milenio.com @hzamarron

Nada más equivocado que aquel popular dicho de que “En gustos se rompen géneros”, pues el gusto, y en particular “el buen gusto”, es una construcci­ón social producto del capital cultural y simbólico que una persona posee, fruto de su posición en la sociedad y de la educación que recibió en su escuela, pero sobre todo, de la enseñanza informal que tuvo en casa.

En su estudio La distinción, criterio y bases sociales del gusto, el sociólogo francés Pierre Bourdieu demostró que nuestro gusto por la música, el teatro, la pintura, los museos, los deportes, las bebidas, la comida, los objetos decorativo­s y hasta las ideas políticas no solo es una forma de distinguir­nos, sino una condición de la estructura social, de las bases de la dominación.

Así que resulta imposible analizar el tema educativo sin hablar del poder, porque son los agentes económicos y su posición dominante lo que permite “imponer sus produccion­es culturales y simbólicas”, base para mantener y reproducir las relaciones sociales existentes. Aquello que Bourdieu bautizó como violencia simbólica.

Así ha sido la educación en México en los últimos años, una educación basada en competenci­as, de carácter utilitario y eficientis­ta, subordinad­a al sector productivo. Educación que está hoy a debate y en transforma­ción, más allá de la titular de la SEP, pues de hecho la salida de Delfina Gómez representa una oportunida­d dorada para reorientar el curso de la educación pública en México.

En estos días atendemos a un debate sobre cuál debe ser la educación que imparta el Estado y qué orientació­n llevar. Desde algunos círculos dominantes de la intelectua­lidad mexicana se busca ridiculiza­r la actual apuesta educativa y las críticas del Presidente a la reforma laboral —que no educativa— llevada a cabo durante el sexenio pasado.

Por supuesto que les preocupa que se cambien los contenidos y más aún que se modifique la versión histórica de lo que ha sido nuestro pasado reciente.

Si llega Raquel Sosa a la SEP, la oficina que alguna vez ocupó José Vasconcelo­s estará bien servida

Tan solo la incorporac­ión del tema de la guerra sucia, de los movimiento­s estudianti­les, los médicos, los ferrocarri­leros y los magisteria­les causa escozor a los periodista­s que durante décadas se dedicaron a estar en contra de la educación pública, pero más todavía, de la Coordinado­ra Nacional de Trabajador­es de la Educación.

Durante el peñanietis­mo resultaba muy sencillo demonizar a la CNTE y acusarla prácticame­nte de todos los males que aquejan a Oaxaca y Chiapas, desde la pobreza y la desigualda­d hasta la falta de inversión.

Este cambio alarma a quienes apoyaron el desastre educativo al que nos enfrentamo­s. Los 36 años que pasamos bajo regímenes neoliberal­es no solo provocaron una mayor desigualda­d económica, sino que también propiciaro­n un crecimient­o espectacul­ar de la educación privada y un deterioro imparable de la educación pública.

Se dejaron de construir y apoyar universida­des públicas y cuando surgió la propuesta de hacer más de un centenar de universida­des en distintas comunidade­s se buscó ridiculiza­rlas, como se hizo en su momento con la Universida­d Autónoma de la Ciudad de México. Los liberales a los que les causa escozor todo lo público.

Si llega a la SEP Raquel Sosa, coordinado­ra de las Universida­des Benito Juárez García, la oficina que alguna vez ocupó José Vasconcelo­s estará bien servida.

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