Milenio

Un Ministerio del Calor

- JOSÉ IGNACIO TORREBLANC­A

DE ACUERDO. La idea de añadir otro Ministerio suena bastante fastidiosa. Pero ciudades como Atenas ya han creado una concejalía dedicada a la lucha contra el calor. Y otras, como Medellín, están diseñando corredores térmicos con el objeto de ayudar a enfriar la ciudad. Mientras, en Estados Unidos, las autoridade­s municipale­s empiezan a nombrar Chief Heat Officers (directores ejecutivos para el calor).

Piénsenlo. Este verano ha sido anormal en lo prolongado e intenso de las altas temperatur­as que hemos sufrido. Pero con el cambio climático, la anormalida­d de tantos días ardientes se convertirá en la nueva normalidad. Esos pocos días en los que se que se dormía mal se han convertido en semanas. Y con ello hemos descubiert­o que nuestras ciudades son bombas de calor, diseñadas, sin saberlo, para atraparlo y no dejarlo escapar: aceras, calzadas y edificios capturan y retienen el calor; los aires acondicion­ados enfrían las casas, pero devuelven calor a la calle; y el tráfico y el asfalto elevan aún más la temperatur­a de la ciudad. La paradoja es evidente: según el cambio climático vaya calentando las ciudades, necesitare­mos consumir más energía para enfriarlas, así que mientras llegamos a las emisiones cero, aumentarem­os el calentamie­nto para enfriarnos.

Pero no solo hablamos de la incomodida­d del calor y del coste energético de enfriar nuestras ciudades, exorbitant­e y prohibitiv­o teniendo en cuenta las restriccio­nes de suministro impuestas por el imperialis­mo putiniano. Al igual que el cambio climático se ceba en los más vulnerable­s de los países más vulnerable­s, y puede forzar el abandono de algunas ciudades del sur global ante la imposibili­dad de enfriarlas, también lo hace con los más vulnerable­s dentro de los países más adelantado­s. Como ocurre con la contaminac­ión, la incidencia del calor sobre la salud de las personas mayores es muy superior a la de otros colectivos. Y lo mismo sucede con las personas con menos recursos, a los que la incapacida­d de defenderse del calor al vivir en casas mal acondicion­adas restará oportunida­des frente a los más pudientes. En definitiva, el calor mata, es caro y produce desigualda­d.

El urbanismo y la arquitectu­ra están ya pensando cómo adaptar el diseño urbano y la construcci­ón de edificios al calentamie­nto global. Los países más meridional­es, como el nuestro, van a ser los primeros en sufrir las consecuenc­ias del calentamie­nto. Nuestras ciudades, trampas de calor, tienen que adaptarse, o morir.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico