Milenio

El secreto de Olivia

- SUSANA MOSCATEL Twitter: @susana.moscatel

El personaje de Sandy en Grease (Vaselina) siempre ha sido considerad­o como uno de los más entrañable­s en el cine, y eso que apenas estaba por comenzar la era de las comedias románticas. No importa en qué momento de nuestra vida estábamos cuando vimos esa película, estoy segura de que la mayoría de quienes me leen se acuerdan de la experienci­a.

Y es que Olivia Newton-John era icónica. No solo por su belleza y talento, había algo en ella que nos hacía creer que todo era posible. Ser la chica buena y la mala a la vez. En la era en la que una apenas comienza a vislumbrar las fantasías como posibles aventuras, ella lo hizo de una manera que se convertirí­a en una promesa. Vivir el amor intensamen­te. Cantar al respecto. Ser congruente. Dejar de serlo por amor. Todo el paquete.

Confieso que a pesar de mi amor por la cinta, durante años me parecía que el final de Vaselina nos incitaba a buscar relaciones tóxicas. Pero luego veía a Olivia y se me pasaba. Ella tenía ese efecto. Hacía travesuras y nos hacía cómplices. Como su video de “Physical” en los primeros momentos de MTV.

No están para saberlo, tiktokeros, pero esta mujer escandaliz­ó a una sociedad republican­a haciendo una canción en la que hablaba de “pongámonos animales”, pero lo aterrizaba en un gimnasio ochentero como solo los que tenemos la edad sabemos, con leotardos y calentador­es, y una mirada que hacía que los ofendidos se sintieran culpables por haber pensado mal.

Era como la mejor amiga que te enseñaba a salirte con la tuya, sin hacerte daño jamás. Nada de eso es suficiente para describir a Olivia Newton-John. De parte de una de millones de niñas que quisimos ser como ella, descansa en paz, dulce y traviesa Sandy, que las buenas causas de Olivia seguirán haciendo el bien.

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