Elogio y denostación

Hay quienes las detestan porque se sienten ofendidos ante lo que consideran un presuntuoso despliegue de erudición. Otros las disminuyen pues prefieren el vitalismo opinativo. Existen quienes las esconden y no reconocen aunque siempre las utilicen. Están aquellos que las emplean sin saberlo siquiera. A menudo se dan casos de abuso y gratuidad.

Pero la cita, la referencia, la mención, la paráfrasis, la intertextualidad y hasta el plagio son parte no solamente de la cultura (cuya voz viene de cultivo, está vinculada a culto, veneración, y su raíz indoeuropea significa dar vueltas en torno a un lugar), sino del proceso mismo de la percepción.

La vivencia de cualquier fenómeno es una cita que la conciencia hace ante sí, dado que tiene que nombrar o contarse lo sucedido, citarlo para que se incorpore al recuerdo, inmediato o posterior. Si no hay nombre de ello, si no hay cita, no existe lo que aconteció. Vivir es estar citando para uno mismo lo que se ha vivido.

La cultura representa una red y las citas son sus nudos, sus intersecciones

La cultura representa una red y las citas son sus nudos, sus intersecciones. A pesar de que nuestra época fomenta al Adán increado, al esclavo de la primicia e idiota de la novedad, estimula el partido del olvido y desprecia el partido de la memoria para sustituir a la persona consciente por el consumidor irreflexivo, el cultivo del ser (la cultura como labranza de la sensibilidad y cuidado del alma) no puede prescindir de las citas. Toda originalidad es una vuelta al origen; todo origen es un sistema de citas.

Cuando Borges se enorgullece no de los libros que ha escrito sino de aquellos que ha leído, con suma humildad está reconociendo que su enciclopédico saber proviene de los otros autores que están en él. Su nombre es nadie porque es todos. Así, no siendo, es como se alcanza el ser. Este era un hombre que se descifraba en las citas. Se citaba a sí mismo al citar a los demás.