Felices 30 años
El 15 de agosto de 1992 en el viejo Bramall Lane, el United de Ferguson, Schmeichel, Paul Ince, Ryan Giggs y Mark Hughes es derrotado 2-1 por el Sheffield; aquel partido jugado ante 28 mil aficionados, inauguró el futbol moderno: sana, fuerte y ejemplar, nacía la Premier League.
El deporte más popular del planeta no gozaba, hasta entonces, de una organización que llevara el juego a otro nivel. Dominado con mano de hierro por la FIFA, que utilizaba los Mundiales como mecanismo de control, recaudación y penetración, y por la UEFA, influyente dueña de la vieja Copa de Europa de Campeones de Clubes, que ese mismo año (1992) cambia su denominación por Champions League, el futbol se estaba convirtiendo en un espectáculo no recomendable.
Fueron los ingleses, obligados por la violencia en sus estadios, las pérdidas insostenibles y la presión política, monárquica y social, quienes plantearon un modelo de desarrollo responsable, rentable y revolucionario: Inglaterra, que había organizado y reglamentado el futbol, ahora lo reinventaba.
A 30 años de su fundación el legado de la Premier puede analizarse desde distintos ángulos. El comercial, sin duda su éxito más aclamado, no creo que sea su mayor lección. Ha sido el respeto por sus tradiciones, costumbres y valores, lo que permitió a esta Liga ofrecer un deporte centenario envuelto en un empaque lujoso y vanguardista.
La Premier tuvo el acierto de proteger su historia del modernismo encarnizado, del mercado voraz y de los intereses asociados.
En consecuencia, se convirtió en un baluarte del juego, cuya enorme fortaleza sigue encadenada a su humilde y orgulloso pasado. Por más millones que genere, territorios que conquiste, derechos que venda y contratos que firme, sus clubes, colores, escudos, ciudades y habitantes, mantienen imbatibles sus castillos, vivos sus caballeros y en pie de guerra sus dragones.
A lo largo de 30 años nadie ha podido igualarla, porque intentan copiar su atractivo negocio, antes que sus honorables principios.