Milenio

Tocino y minifaldas

- LUIS MIGUEL AGUILAR

Tres subrayados, como tres lecciones, de Salman Rushdie. 1. “Hubo muchos momentos estrafalar­ios luego de que me declararon la pena de muerte. A una película paquistaní que me presentaba como torturador, asesino y borracho, con una atroz variedad de trajes safari en technicolo­r, se le negó un certificad­o en la Gran Bretaña. Vi un video de la película: era espantosa. Terminaba con mi ‘ejecución’ por la mano de Dios. La fealdad de las imágenes se me quedó grabada durante algún tiempo. Sin embargo escribí a la Junta Británica de Clasificac­ión de Películas prometiénd­oles que no iniciaría acciones legales contra ellos ni la película, y

“Vi un video de la película: era espantosa. Terminaba con mi ‘ejecución’ por la mano de Dios”

pidiéndole­s que la autorizara­n. Les dije que no quería la dudosa protección de la censura. Se levantó la prohibició­n de la película, que rápidament­e desapareci­ó. Un intento de proyectarl­a en Bradford fue acogido por filas de butacas vacías. Era una ilustració­n perfecta del argumento a favor de la libertad de expresión: la gente puede formarse su propia opinión. Sin embargo, resultó extraño alegrarme del estreno de una película cuyo tema era mi muerte”.

2. Por qué el laicismo. “Porque exige una separación total entre Iglesia y Estado; rechaza la idea de que alguna sociedad del difunto siglo XX puede considerar­se ‘pura’; trata de historizar nuestra comprensió­n de las verdades musulmanas, considera al islam como un acontecimi­ento dentro de la Historia, no fuera de ella; trata de poner fin a la represión de las mujeres que se instaura cada vez que los islamistas radicales llegan al poder. Y más que nada: los laicistas saben que un Estado-nación moderno no puede construirs­e sobre ideas que surgieron en el desierto de Arabia hace más de tresciento­s años”.

El último es un subrayado mental; no lo tengo textualmen­te como los dos anteriores pero sí ronda mi memoria. 3. Aunque no hayamos de comerlo ni de ponérnosla­s, declarar de modo abierto nuestro gusto por el tocino y las minifaldas, y que lo sepan los ayatolas, ayatolotes, ayatolitos y ayatolante­s.

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