No votamos. O sea, que no tenemos ningún poder
Lo de que "no hay oposición" es uno de los más exasperantes comentarios que se escuchan en estos momentos, aderezado, encima, de la apreciación de que "no está unida" o de que está "adormecida" , sin responder al reto de nombrar de inmediato a un candidato presidencial para plantarles cara a las "corcholatas" que se placean en las filas del oficialismo.
Pues, miren ustedes, a esa oposición la vimos bien activa y presente en el momento de que fuera votada la contrarreforma energética. Tan sólida, de hecho, que los legisladores se instalaron la víspera en la Cámara y pasaron la noche allí en previsión de que turbas azuzadas por el partido en el poder les impidieran el paso hacia el recinto el día de la votación, a la más pura usanza fascistoide. No faltó tampoco un solo parlamentario en el momento de emitir el sufragio.
El mismo escenario lo podemos anticipar cuando llegue la ocasión de responder a otras iniciativas del Ejecutivo y por ello mismo no habrán de proceder las reformas que implican cambios al texto de la Constitución. Nuevamente, los representantes populares del PRI, del PAN, del PRD y de Movimiento Ciudadano habrán de responder a sus electores.
Justamente, la única herramienta que tienen los ciudadanos para participar en la vida pública–más allá de las acciones en el terreno de la resistencia civil, de las protestas
Es muy desalentador que a mucha gente simplemente no le interese acudir a las urnas
callejeras o, ya en palabras mayores, de la agitación— es el voto. Es muy desalentador, por lo tanto, que a mucha gente simplemente no le interese acudir a las urnas cuando se trata de elegir, ni más ni menos, a quienes van a gobernar y a decidir los destinos de la nación.
Esta indiferencia es costosísima: el individuo que renuncia a tal derecho está cediendo su soberanía personal y dejando su destino en manos de los demás. No hay una desconexión entre la vida cotidiana y la política, al contrario de lo que tantas personas creen percibir. Las decisiones de los gobernantes tienen consecuencias directísimas en el entorno inmediato de los pobladores de cualquier comunidad.
La única manera de poder exigir resultados es ejerciendo el poder que da el voto, a saber, la facultad de castigar a los malos funcionarios apartándolos de sus cargos. ¿Vamos a seguir entonces sin salir a votar?