Milenio

«No se quema el paisaje, también nuestro futuro»

Desolación en Vall d´Ebro / Veinte pasajeros de un tren, heridos por otro fuego en Bejís

- INMA LIDÓN

«Todo este terreno se compone de lomitas, barrancos y faldas de los montes que lo cierran. Con dificultad­es se hallará otro terreno mejor plantado de árboles ni más bien aprovechad­o. Desde el fondo, hasta casi la cumbre de los montes, se ven campitos en anfiteatro y, en ellos, la hermosa confusión que produce la multitud de árboles de todas especies, algarrobos, granados, carrascas, moreras, nogales, olivos, cerezos, pinos...». Esta es la descripció­n que hace de los valles montañosos que ahora calcina el fuego originado en la Vall d’Ebo el botánico Cavanilles en el siglo XVIII y que, ya en el XX, otro etnonatura­lista, Joan Pellicer, bautizó como Diània. El corazón montañoso de Alicante, entre las comarcas de la Marina Alta y el Comtat, está siendo pasto de las llamas sin que se atisbe que pueda haber control en las próximas horas.

Tampoco en Bejís (Castellón), donde se han registrado dos bomberos heridos y una veintena de pasajeros de un tren a Zaragoza que salieron del convoy cerca de las llamas.

Estos fuegos, especialme­nte en las comarcas alicantina­s, ponen en peligro el futuro de sus gentes, que cada vez son menos y más envejecida­s, pero que aún se agarraban a un motor que sostenía su esperanza. Habitado desde la prehistori­a por su privilegia­da situación montañosa cerca del mar, tiene un importante yacimiento íbero y pinturas rupestres declaradas patrimonio de la Humanidad en el Santuario del Pla de Petracos. Toda una fuente de riqueza que había hecho despegar el ecoturismo frente a una despoblaci­ón galopante. Y que ahora está en peligro. En junio de 2022, el Ayuntamien­to de Vall d’Ebo anunciaba que ofrecía alquiler y fibra óptica para teletrabaj­ar a las familias con niños que se instalaran en el pueblo. El objetivo de su alcaldesa, Leonor Jiménez, de 71 años, era reabrir el colegio. Este fuego, que nadie sabe aún cuándo ha afectado a sus viviendas, lo va a complicar.

«Se han ido perdiendo servicios, había dos carnicería­s y las cerraron, y los vecinos, que antes iban a trabajar y volvían, ya se han ido del pueblo». Lo cuenta Fernando Seresola, dueño de la Cariola, que ha abierto dos casas rurales en los últimos años. «Hay mucho interés por el senderismo, por el paisaje y la caza del arruí también nos generaba visitas», asegura. «Ahora todo está en el aire porque hay tantos sitios donde ir que ¿quién va a venir un sitio quemado? ¿quién se va a querer hacer una casa aquí? Tardaremos años en recuperar el paisaje y la actividad», se resigna.

En la Vall de Laguar abrió hace un año Regina Jiménez su alojamient­o rural «con enfoque cultural, artístico y ecológico». «Buscábamos un proyecto de vuelta al campo y decidimos venir de Madrid para retomar estas tierras de mis tíos», relata mientras mira el humo en las montañas que ve desde su casa. «No lo vamos a tener fácil nadie de aquí. Es una zona despoblada, aislada geográfica­mente y envejecida. Este incendio afecta a Vall d’Ebo, la Vall de Laguar y la de Gallinera. El paisaje que se quema no es solo orografía y la vegetación, también es el futuro de las personas que lo llenan de vida», advierte.

Esa vida se había reorientad­o en los últimos años. La agricultur­a y la ganadería apenas se mantienen en la zona por su escasa rentabilid­ad, aunque hay colectivos como Pego Viu que tratan de mantener el pastoreo de ovejas para aliviar la masa forestal y limpiar caminos. Eso hubiera desacelera­do el avance de las llamas, pero no hay relevo generacion­al. «Se ve el final porque la media de edad de los agricultor­es es de 60 años. Si estos valles siguen vivos es por el interés por el agroturism­o, porque la gente se cansa de playa y viene a conocer el interior», explica Hilari Calabuig, presidente del Consejo Regulador de la cerezas Montañas de Alicante. Cerezos y olivos son los únicos cultivos, porque los almendros «se los llevó la xylella». Los bancales de montaña son pequeños y, como ellos, el rendimient­o. «La cereza se mantenía, pero llevamos tres años que, con los cambios de temperatur­a, no se ha producido», dice.

«Sin embargo el rendimient­o agrícola se ha compensado con la actividad que han generado las visitas o las rutas en moto o bici para ver la floración de los cerezos. Y eso ahora se va a ver afectado durante un tiempo. Pero pasa desde hace siglos: se incendia donde hay masa forestal».

Mientas, el incendio de Bejís dejaba los primeros heridos. Dos bomberos sufrieron quemaduras al arder un vehículo y de los 20 pasajeros afectados del tren que cubrían el trayecto Valencia-Zaragoza, tres fueron de carácter grave por quemaduras y entre 8 y 10 leves, informa Europa Press. El tren se detuvo para retroceder y algunos viajeros, asustados, rompieron cristales para salir de sus vagones, a los que volvieron después al ver la proximidad de las llamas.

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BIEL ALIÑO/EFE Incendio declarado en la localidad castellone­nse de Bejís, activo con condicione­s de humedad favorables.
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EM Una casa es amenazada por las llamas.

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