Milenio

Sobre la tolerancia de los gobernados a las dictaduras

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Se preguntan muchos cómo ha podido sobrevivir tantos años la dictadura cubana, cómo ha podido oprimir y empobrecer a tantos sin ser sepultada por la in satisfacci­ón.

Lo mismo se preguntaba n los republican­os españoles en México ante los años sin fin de Franco, y todo Occidente ante las longevas y despiadada­s dictaduras del socialismo real.

Hay teorías inquietant­es al respecto, empezando por la de Étienne de La Boé ti econtr ala servidumbr­e voluntaria: aquella inclinació­n humana a obedecer más que a rebelarse contra el que manda, presente en todas las sociedades.

Hay también la aterradora sentencia del Gran Inquisidor de Dostoievsk­i en el sentido de que los hombres prefieren tener pan que libertad.

En 1952, Isaiah Berlin ensayó una explicació­n sobre por qué las esperanzas occidental­es de un inminente colapso social y político en la URSS eran ilusorias.

Stalin había dado con un método político que Berlin llamó “la dialéctica artificial”, según la cual había siempre un enemigo nuevo que combatir para mantener viva la línea ascendente de la Revolución.

La Revolución estaba siempre amagada por desviacion­es que debían corregir se con sucesivas oleadas de purgas políticas, cambios en los planes económicos o limpiezas policia case ideológica­s de desviacion­istas y contrarrev­olucionari­os.

Así, La Revolución parecía estar siempreale­rta yen movimiento, inmersa en la dialéctica artificial de su autoconcie­ncia y su grandeza.

De ahí que la “la línea” del partido cambiara constantem­ente, y adivinar los cambios de “la línea” fuese una ocupación mayor del aparato de gobierno y de los ciudadanos mismos. El cambio de “línea” valía como una mezquina pero efectiva esperanza de que ahora sí las cosas iban a cambiar.

Dice Berlin:“L os gobernados, un rebaño man soy asustadizo, pueden ser profundame­nte cínicos asuman era y embrutecer­se poco a poco, pero mientras‘ la línea’avance serpentean­do por su camino y permita momentos de respiro, alternados con la temible rutina diaria, continuará­n, pese al sufrimient­o, encontrand­o un modo de que sus vidas sean al menos lo bastante soportable­s como para continuar existiendo, trabajando sin descanso y disfrutand­o incluso de algunos placeres…”.

“Una vida humana puede vivirse con momentos de alegría y entusiasmo e incluso de auténtica felicidad bajo las condicione­s más atroces y degradante­s”. (En La mentalidad soviética, Galaxia Gutenberg, 2009).

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