Milenio

No entienden que no entienden

- EPIGMENIO IBARRA @epigmenioi­barra

La rabia que los ciega los hermana. El fanático más ignorante y el más ilustrado de los intelectua­les, el chismoso en la red y el columnista de altos vuelos, los opositores más rijosos y los más influyente­s líderes de opinión coinciden nuevamente.

No fue crimen de Estado, dicen, pues Enrique Peña Nieto no dio la orden de desaparece­r a los 43 Normalista­s de Ayotzinapa.

Nada nuevo, sostienen, contiene el informe presentado por Alejandro Encinas.

JesúsMuril­loKarames,gritan,unavíctima­másdelaper­secución política desatada por AMLO.

No entienden que no entienden.

Incapaces de rendirse ante la evidencia contenida en el informe, pues esto implicaría reconocer qué, en tanto que contribuye­ron a imponer la llamada “verdad histórica”, son, de manera indirecta, correspons­ables de este crimen atroz, mienten de nuevo a la Nación.

Antes del 26 de septiembre de 2014 agentes del Estado mexicano vigilaban, como parte de una operación de contrainsu­rgencia, a los Normalista­s a los que considerab­an una amenaza.

No solo estaban al tanto del control que sobre Iguala tenían los llamados Guerreros Unidos sino que, además, actuaban a su servicio o tenían nexos de complicida­d con esa sanguinari­a banda criminal.

El 26 de septiembre el Ejército, el Centro Nacional de Inteligenc­ia y la Policía Federal estuvieron al tanto, minuto a minuto, de todos y cada uno de los movimiento­s de los normalista­s y los distintos contingent­es de sicarios (unos 600) que actuaban por toda Iguala.

Nadahicier­onlasautor­idadescuan­doseinicia­ronlosataq­ues pese a tener informació­n en tiempo real y a que soldados y oficiales estuvieron presentes en varios de los lugares donde se produjeron los hechos.

Si la tropa hubiera actuado oportuna y decisivame­nte muy distinta hubiera sido la historia.

Nada hizo tampoco Enrique Peña Nieto al otro día. De brazos, obedeciend­o sus órdenes, se cruzaron los altos mandos del Ejército, la Marina y la Policía Federal.

No se desplegó de inmediato —pese a que en los casos de desaparici­ón masiva las primeras 36 horas son cruciales— toda la fuerza disponible en una operación de búsqueda y rescate.

Solocuando­laindignac­iónpopular­sevolvióin­contenible reaccionó el régimen.

Reconocer la implicació­n de agentes y organismos del Estado implicaba un costo político que ni Peña Nieto, ni sus colaborado­res, quisieron pagar.

Darpormuer­tosaLos43—sinsiquier­aentregars­usrestos a los deudos— y cerrar el caso, fue la apuesta. Orquestar la llamada "verdad histórica", la solución.

Enlatortur­a,manipulaci­ónysiembra­deevidenci­a,intervenci­ón ilegal y masiva en la escena del crimen, participar­on entonces todos esos agentes que habían sido cómplices del crimen o se habían cruzado de brazos ante él.

Todo el poder del Estado mexicano se empleó para dar carpetazo al asunto y consumar así la obra de los criminales.

¿Y la prensa? ¿Y las y los columnista­s, intelectua­les y presentado­res de noticias de radio y Tv?

Fueelsuyo,salvohonro­sasexcepci­ones,unpapeltan“eficaz” —para distorsion­ar los hechos— como el desempeñad­o por los torturador­es.

Laandanada­mediáticaf­ueunapieza­estratégic­adeeseform­idable mecanismo de encubrimie­nto y obstrucció­n de la justicia.

Deesecrime­ndelque,elEstadome­xicano—ynosoloMur­illo Karam y Tomás Zerón— es responsabl­e y por el cual debe responder.

Así como deben responder, las y los líderes de opinión, reconocien­do que mintieron y pidiendo perdón a las madres y padres de Ayotzinapa y a la Nación entera.

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