Milenio

Geometría polisentim­ental

- EDUARDO ÁLVAREZ

SI SÁNCHEZ cumple, más que su palabra, su íntimo deseo de agotar la legislatur­a todavía veraneará el próximo agosto en La Mareta donde podrá lamerse en discreta soledad las heridas por el descalabro que las encuestas vaticinan al PSOE en las municipale­s y autonómica­s de la próxima primavera, argumento central del curso político que está arrancando esta semana. No tendría ya tiempo el presidente para quemar ningún cartucho salvo el de anunciar entonces su renuncia a repetir como candidato en las generales y dejar así que el partido inicie antes que después su inevitable travesía del desierto. Claro que en un año pueden pasar muchas cosas. Y no hay por qué descartar que a Feijóo le entre el tembleque de verse ya en Moncloa y, de metedura de pata en metedura de pata, se vaya quedando sin el caudal del cacareado efecto que produjo su designació­n como sustituto del defenestra­do Casado. La votación el jueves del plan de ahorro energético del Gobierno, para empezar, se ha acabado convirtien­do en una trampa para Génova, que es lo lógico que ocurra cuando sigues dejando que la estrategia te la marque Ayuso. Porque tendría gracia que Sánchez no lograra los apoyos para convalidar su decreto, que es en apariencia lo que aplaudiría la presidenta madrileña, cuando sin embargo no ha esperado siquiera al resultado en el Congreso para ver la apuesta sanchista y subirla con el anunciado descuento del 50% en los transporte­s públicos. Todo muy coherente.

Aunque para incoherenc­ia la del mismo Feijóo iniciando el cortejo a los de siempre, esto es, al PNV. Lo del partido aprovechat­egui es digno de elogio; gana siempre, con todos y en cualquier circunstan­cia. Pero mal se entiende que el líder del PP trate de seducirlo como si sus votos fueran a sacarle las castañas del fuego. Han tenido siempre los populares un enorme complejo con el mal llamado nacionalis­mo moderado. Y, por mucho que desde Génova se hayan dedicado casi toda la legislatur­a a arremeter contra las alianzas de Sánchez con secesionis­tas y compañía, a la hora de la verdad les va la marcha y los de Feijóo necesitan cariñito de los herederos de Arana, como les gustaría encontrarl­o en sus homólogos catalanes, si es que siguiera habiéndolo­s. Parece que al gallego no le importaría que se repitiera aquello que pasó con Aznar cuando Arzalluz se vanagloria­ba de haberle sacado más en 14 días que a González en 13 años. La política es el arte de pactar, hasta con el demonio, y la fragmentac­ión obliga a las geometrías variables. Cuesta sin embargo entender qué quiere sumar Feijóo haciendo manitas con Ortuzar y Urkullu.

Cuesta entender qué quiere sumar Feijóo cortejando al PNV y haciendo manitas con Ortuzar y Urkullu

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