Boric, Time y el peso de la historia
El presidente chileno, Gabriel Boric, aceptó aparecer en la portada de la edición internacional de la revista Time días antes de enfrentarse a uno de sus principales retos. “La nueva guardia”, dice el titular que acompaña la foto de Boric en mangas de camisa y mirando desafiante hacia el frente. Aparecer en ella puede ser una muestra de poder, un manotazo en la mesa internacional, o solo una prueba de ego político. Después de leer la entrevista, me quedo con la primera. Pero hay que recordar que en esa portada también apareció hace unos años Enrique Peña Nieto, pocos meses antes de que su gobierno se derrumbara, con el titular “Salvando a México”.
Este domingo se votará un plebiscito para aprobar o rechazar una nueva Constitución en Chile, que podría reemplazar a la de 1980 que estableció la dictadura de Augusto Pinochet. Es un paso fundamental en la construcción del nuevo Estado que Boric y su movimiento buscan crear pero, según las últimas encuestas, la votación está en favor del Rechazo.
Boric llegó al poder como el mandatario más joven de América Latina y fue una disrupción en la política chilena y latinoamericana: un activista, cabeza de las protestas transformadoras de su país, con un discurso fuera de esa izquierda anquilosada en el continente que apoya dictaduras y reniega de los movimientos sociales actuales como el feminismo y la lucha a favor del medioambiente. A su llegada, en redes sociales la progresía latinoamericana decía querer mudarse a Chile y veía a Boric como el líder de la Utopía izquierdista.
Pero ser presidente en esta región no es cosa fácil y, casi desde el principio, ha tenido que tomar decisiones que no estaban en su discurso, como prolongar la militarización en la zona indígena mapuche ante la violencia o dejar pasar un retiro de los fondos del sistema de pensiones. Su aprobación subió levemente en agosto, pero se encuentra en 37 por ciento.
Sin embargo, y pese a todo, lo que dice Boric sigue dando esperanza. En la entrevista con Time señala la necesidad de escuchar y cambiar de rumbo: “En política cambiar de opinión, en la medida en que hay una coherencia con los principios que uno tiene, no es algo que tiene que ser visto de manera negativa. Las decisiones que uno toma no pueden ser en función del orgullo personal, sino de qué es lo que beneficia más al pueblo al cual representa. A mí me preocupa más la gente que nunca cambia de opinión”.
Después hace una crítica lo mismo a dictaduras de izquierda —“No puede ser que yo me indigne cuando se violan los derechos en Palestina pero no en Nicaragua”— que a otros políticos jóvenes como el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, quien está también en un camino dictatorial —“En El Salvador hay efectivamente una deriva autoritaria”.
Y principalmente, lo que me parece una lección en el mundo actual de hombres fuertes en la política: “Tenemos muchos desafíos en Chile que son difíciles. Y el primer objetivo de gobernar tiene que ser mejorar la calidad de vida de tu pueblo. Uno no puede estar pensando en cómo va a pasar a la historia, si haces esto te mareas fácilmente”. Boric no nos llevará a una Utopía regional, pero al menos entiende lo que otros presidentes no: primero hay que trabajar y cumplir las promesas, antes de querer tener tu nombre escrito en paredes y monumentos.
Hay que trabajar y cumplir las promesas antes de querer tu nombre en monumentos