Herejías / y III
Lo que no. Desde Madero, ningún otro presidente ha padecido una campaña de descrédito y ataques tan despiadada y persistente como López Obrador. Su carisma genera devociones acríticas junto con virulentos rechazos de una máxima mordacidad. No se había visto un dirigente político que además de ser el elemento de cohesión de sus seguidores lo fuera de sus opositores. La izquierda electoral se debe a López Obrador. Y la derecha mexicana (ese abanico variopinto que agrupa desde corruptos crónicos hasta liberales reaccionarios) también: su única política es decir no a cualquier cosa que provenga de Palacio Nacional.
Ahora se vive el desplazamiento a una forma ideológica de percibir la realidad que ha cancelado el diálogo necesario. Herejías habla de una radical regresión de las conquistas democráticas y la demolición de las instituciones autónomas. No pareciera ser así. La crítica presidencial a tales entidades de la “sociedad civil”— una entelequia tan vaporosa como “el pueblo”—, auspiciadas por la revolución conservadora que subordinó
Lo que está en juego es mucho más que un gobernante atípico surgido de nuestra propia circunstancia
los estados nacionales para ponerlos al servicio del megacapitalismo, no significa demolerlas sino señalar sus flagrantes desviaciones, como las del impúdico y faccioso INE. Continuarán estando, sin embargo, con AMLO o sin él.
No existe un país sino dos: el de los opositores y el del gobierno. Un México soberano y nacionalista perturba a los poderes fácticos que hegemonizan este tiempo de impredecible complejidad. Lo que está en juego es mucho más que un gobernante atípico surgido de nuestra propia circunstancia.
Frente a la nación podrida que López Obrador recibió, ante el agotamiento del neoliberalismo y la grave coyuntura mundial, sigue significando lo que a tantos nos llevó a votar en su favor: el menos malo entonces, el menos malo hoy. La política es el imperfecto arte de lo posible, no de lo ideal.