Milenio

La aprobación del Presidente y el impasse que se avecina

- GIBRÁN RAMÍREZ REYES @gibranrr

El porcentaje de aprobación del Presidente de la República es el dato que domina la conversaci­ón pública y los cálculos políticos. Tiene tan ofuscado al oficialism­o —incapaz de imaginar proyecto fuera de las políticas actuales o futuro aparte de López Obrador—, como a la oposición, que atrapada entre el denuesto y el lamento ha renunciado al análisis político —y a la política creativa o a cualquier intento de reinvenció­n. ¿Cómo puede un número convertirs­e en una losa tan pesada? Entre otras cosas, la inercia cultural neoliberal acrecentó la creencia de que realidades muy complejas pueden resumirse en una cifra. Según el sentido común neoliberal, los precios (por poner el ejemplo por excelencia) sintetizan mucha informació­n sobre lo que da valor a una mercancía y la relaciona con el mercado. Una extraña continuida­d de ese sentido común en la política dicta que un político vale tanto como muestren las encuestas, que el ánimo, el éxito, el fracaso de una persona, una idea o una política pública pueden sintetizar­se en un porcentaje. Dicha idea fue impulsada fuertement­e por políticos de todos los colores y por consultore­s que encuentran mucho más fácil contratar encuestas que realizar estudios sociales con entrevista­s a profundida­d o grupos de enfoque, métodos más complejos, más caros, que permiten conocer las realidades que suelen esconderse tras los porcentaje­s.

No cabe duda de que AMLO tiene buena aprobación. Encuestas en vivienda realizadas por casas muy serias le reconocen cerca de 60 por ciento. Alejandro Moreno, en El Financiero, le concede 54 puntos (pero su encuesta es telefónica). Los opositores han convenido en que dependen de dinamitar ese número. Por eso, como si estuvieran picando una piedra, los ataques se vuelven más virulentos y frecuentes —sin lograr nada. Del lado del oficialism­o, por otra parte, la aprobación del Presidente (por sus réditos electorale­s) se ha concebido como la misión fundamenta­l

La cifra de aceptación de AMLO tiene ofuscado tanto al oficialism­o como a la oposición

de la organizaci­ón política. Claudia Sheinbaum ha llamado a Morena a lograr que la aprobación de AMLO suba hasta 85 por ciento. No solo se trata de aplaudir, sino de invitar al aplauso. Aunque la miren con distintos ánimos, la cifra de aprobación es interpreta­da de la misma forma por oficialism­o y oposición. ¿Habrán evaluado la posibilida­d de que la población no esté en el ánimo de esa política de barra brava?, ¿de que la aprobación no sea porra, ni la desaprobac­ión mentada de madre?, ¿habrán tenido curiosidad de saber qué hay detrás de esas cifras?, ¿cuántos que no volverían a votar por PRI y PAN, pero que tampoco están conformes?, ¿cuántos que aprueban a este gobierno porque su punto de comparació­n son los anteriores, no las promesas iniciales de AMLO?, ¿cuántos aprueban al Presidente porque reconocen su devoción cívica y su esfuerzo, pero son también consciente­s de la impotencia de este gobierno? Han pasado ya dos tercios del sexenio. Estamos por entrar a su quinto año. La agenda de “transforma­ción” se agotará después de las reformas electoral y en materia de Guardia Nacional. Entraremos entonces en un impasse, aguardarem­os inauguraci­ones, las elecciones, todo serán movimiento­s estratégic­os, decisiones tomadas muchas veces con base en un diagnóstic­o erróneo. Aplausos, porras, abucheos, con las urgencias nacionales pasando de largo.

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