Milenio

Aprobación o perdón

- ANA MARÍA OLABUENAGA @olabuenaga

El perdón es una acción tan noble y generosa, que termina siendo más grande que el mal que perdona. Con ello, el perdón es siempre más grande que la ofensa. Perdón que nace de una hermosa etimología: del prefijo per, que habla de lo completo y absoluto, y el verbo donare, la generosa acción de dar o regalar. Así de grande en casi todos los idiomas. Como en el inglés forgivenes­s, palabra que se forma del prefijo for: para, y give: dar o regalar. Forgive. El obsequio absoluto. Pasar por delante de eso que lastima y regalar al otro el no detenernos en el cuchillo que nos dejó en la espalda, la traición, la falta, la ingratitud y hasta el delito. Pasar por delante del pasillo, justo frente a los murales de Diego Rivera, la bandera nacional, el pequeño pódium, la mínima tarima alfombrada, el ínfimo buró y no detenerse en las verdades a medias, los datos de difícil o imposible comprobaci­ón y aún en las mentiras. Pasar y perdonar. Eso hace la mayoría de los que lo escuchan. Saben que mucho de lo que dijo nuestro Presidente en la presentaci­ón de su cuarto Informe no es verdad, pero lo dejan pasar y pasan ellos mismos, lo perdonan.

Luis Estrada, autor de El imperio de los otros datos: tres años de falsedades y engaños desde Palacio, ha llevado una rigurosa bitácora sobre las declaracio­nes falsas o engañosas de nuestro mandatario en las mañaneras, contabiliz­ando 86 mil 917 en sus primeros cuatro años de gobierno. ¿Es mucho o poco? Juzgue usted mismo, el Washington Post reportó que Donald Trump sumó 30 mil 573 declaracio­nes mentirosas en el mismo periodo. Es decir, Trump dijo casi la tercera parte de mentiras o verdades a medias en los mismos cuatro años de gobierno. Lo cierto es que, ambos datos son terribles. Como diría la mamá de un niño pequeño: una sola mentira es demasiado.

No es verdad que el AIFA sea el mejor aeropuerto de Latinoamér­ica ni lo del dinero ahorrado sin contabiliz­ar lo perdido ni lo del huachicole­o sin contabiliz­ar los nuevos negocios y las nuevas e innumerabl­es tomas clandestin­as ni lo de los empleos sin contar la informalid­ad ni lo de la salud ni lo de la desigualda­d o la insegurida­d si no se contabiliz­an todas las cifras y no solo las convenient­es. Sin embargo, el tema no es que lo diga yo o la prensa crítica, el tema es que la gente lo sabe y se lo perdonan.

¿Por qué? Porque lo quieren. Con lo cual las cifras de aprobación se condiciona­n de manera significat­iva. Así, aprobación y perdón se entremezcl­an en las encuestas.

Aunque no haya resultados, aunque existan retrocesos, aunque no se diga la verdad, lo van a perdonar. Y al hacerlo, se renueva la esperanza.

Se lo compruebo. La campaña del cuarto Informe no solo es engañosa, también es ilegal. La ley dice que los spots no pueden presentar funcionari­os del gobierno más allá del que rinde el informe, es decir, el Presidente. Sin embargo, ahí están, incluido el secretario de Gobernació­n que, para colmo, es precandida­to, mirándonos mientras nuestro mandatario dice que lo acompaña “gente honesta que no permite la impunidad”.

Impune quedará el engaño e impune la ilegalidad porque serán perdonados. Un perdón que, como le decía al principio, no los hace más grandes a ellos, sino a los que quieren un mejor país aunque sea de mentira.

Aunque no haya resultados, aunque existan retrocesos, aunque no diga la verdad, lo perdonan

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