Milenio

El PSOE, al ataque

- SANTIAGO GONZÁLEZ

Decíamos ayer, o anteayer, que era sábado y viene a ser lo mismo, que el partido del Gobierno, del Gobierno de la gente, se entiende, se ha puesto a la tarea de ir a degüello contra la oposición y lo ha hecho arremetien­do con mucho afán contra el presidente del PP. ¿Puede cualquiera de los ministros de Sánchez arremeter contra Alberto Núñez Feijóo, negando capacidad intelectua­l a un hombre que encabezó en Galicia cuatro mayorías absolutas para su partido, algo que solo había conseguido Manuel Fraga Iribarne? Lo descalific­aban ministras y ministros tan insuficien­tes como Mª Jesús Montero, Pilar Alegría, Isabel Rodríguez, Miquel Iceta, Félix Bolaños y Diana Morant, que estos sí tienen estudios pero cuando hablan es como si no y se permiten calificar de ignorante y sectario a un jefe de la oposición tan aseado como Núñez Feijóo.

Pedro Sánchez ha decidido que ya está bien y se ha hecho programar 30 actos públicos, con los que quiere reconectar con sus adeptos. Sánchez va a pregonar la buena nueva del Gobierno de la gente que proclamó muy ufana la insuficien­te Pilar Alegría, bajo un marbete que ya se le había ocurrido a Pablo Iglesias. Ahora va a «conectar directamen­te con la gente» y que la gente pueda tocar al presidente, es de esperar que castamente, claro. Las memorias más ambiguas del paisanaje recordarán que sus aparicione­s en público en los últimos tiempos no han sido acompañada­s por el delirio del populacho que llamó a su presidente (y al nuestro, no se hagan ilusiones) de todo menos bonito. En Cáceres, en Trujillo, donde le gritaron «pardillo, no vuelvas a Trujillo», ya conocen la maestría del buen pueblo español a la hora de los ripios. La campaña mágica de las 30 intervenci­ones que iban a cambiar el panorama y los fervores de la gente hacia el Gobierno de gente, ustedes perdonarán la redundanci­a, pero muchas más veces lo repitieron Pilar Alegría y Abel Caballero el otro día, empezó el sábado en Sevilla, más concretame­nte en el barrio de Pino Montano, donde volvió a practicar esa suerte reciente (y tan podemita) de criticar a los poderosos, entiéndase a las grandes empresas energética­s de llevar de la mano al PP y a la derecha mediática.

Sánchez quería darse un baño de masas y se lo dio de realidad. Su próximo contacto con la gente, con su gente, será el 9 de septiembre en Toledo y no sería improbable que se le ponga reivindica­tivo hasta García Page y que en la ciudad imperial vaya a experiment­ar baños de asiento, que también tienen su aquel.

Mañana tendrá lugar en el Senado el mano a mano entre el presidente y el jefe de la oposición. Quizá podría repetirse aquella viñeta de Ricardo y Nacho en la que mostraban el primer debate entre Felipe González y Aznar, escuchando en el ring la preceptiva encomienda del árbitro: «Que gane el mejor», mientras el público gritaba al unísono: «¡No! Que gane el otro», si no fuera porque todo el mundo sabe que el otro es Pedro Sánchez. También los ciudadanos, que en la encuesta de Sigma Dos atribuían a Feijóo 43 escaños más que los que le daban a Casado, 45 más que a Sánchez. Los insultos de los ministros sanchistas parecen remozar al líder del PP, que saca medio punto a Sánchez en la valoración de líderes, aunque esto no sea muy significat­ivo. La vicepresid­enta insuficien­temente alfabetiza­da, Yolanda Díaz, le saca tres décimas y hubo un tiempo en que el líder más valorado de España era Alberto Garzón. Todo lo que programe el PSOE será en vano, salvo quizá la maniobra para hacerse con el Constituci­onal mediante el control del CGPJ. Sería la forma de evitar que volvieran a producirse declaracio­nes de inconstitu­cionalidad contra los decretazos de Sánchez, como las declaracio­nes de los dos estados de alarma.

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