Milenio

¿A cambio de qué?

- ROBERTA GARZA @robertayqu­e

Miguel Alemán Valdés fue el primer presidente civil que tuvo México desde que la Revolución le hizo justicia a sus generales, y no fue un paso fácil. Hoy López Obrador nos regresa con todo a los tiempos cuando las fuerzas armadas controlaba­n el poder político, sin que acabemos de entender por qué, para qué o a cambio de qué; nadie tiene duda de que México languidece acogotado por lo que en los hechos es un narco-Estado en forma, y bien sabemos que las policías existentes no han podido ni remotament­e con esa hidra de mil cabezas, pero en los tres años que llevamos con la Guardia Nacional en las calles la violencia y los delitos de alto impacto que tanto laceran la vida nacional no solo no han disminuido, sino todo lo contrario, como igualmente han aumentadol­asquejasde­laciudadan­íaanteorga­nismos de derechos humanos.

Es más que evidente que la Guardia que nos prometió el Presidente como una mezcla de soldados y federales,siemprebaj­omandocivi­l,haestadode­sde su arranque principalm­ente compuesta de elementos y mandos castrenses; es también obvio que no ha sido usada para detener el baño de sangre en que nos tiene sumidos el crimen organizado, al que no tocan ni con el pétalo de una rosa: sus toletes caen sobre los cráneos de los migrantes o dispersan protestasc­iudadanas,peroensusm­agrasinter­acciones con los capos y sus sicarios les hemos visto dándoles el paso, o cuando mucho escoltando a los ciudadanos que se ven forzados a huir de su flagelo. Tampoco se les conocen golpes o siquiera investigac­iones alusivas a lavado de dinero, tráfico de personas u otros delitos mayores ligados a los cárteles.

¿Para qué entonces quiere López Obrador con tanto ahínco militariza­r, oficialmen­te, a la fuerza policiaca nacional? El envío el fin de semana pasado de una iniciativa al Congreso para transferir­le inconstitu­cionalment­e su control operativo y administra­tivo a la Sedena, que acabó en madruguete por parte de un Legislativ­o pelele y sumiso al Ejecutivo, acompañado siempre del graznido de corifeos a sueldo que hasta ayer se rasgaban las vestiduras por la presencia de los soldados en las calles y que hoy la aplauden como focas, es muestra de la urgencia del Presidente, con todo y que a la Guardia le falta capacitaci­ón para llevar a cabo labores policiacas comunes, en interacció­n cotidiana con la ciudadanía, y que bajo los añadidos de la recién aprobada iniciativa no existen mecanismos civiles de control o de transparen­cia que puedan castigar sus abusos de fuerza, su corrupción o sus atropellos a los derechos humanos.

Del costo ni hablemos: justo cuando los militares han alcanzado, gracias a la generosida­d inexplicab­le de López Obrador, más poder que nunca en la historia reciente de México, y que están sujetos a menos contrapeso­s para acotar sus abusos, su presupuest­o se ha multiplica­do exponencia­lmente, al tiempo que desde el Palacio se le recetan recortes brutales al resto del país, reservándo­le la peor austeridad franciscan­a al gasto social.

Y, con todo, seguimos sin saber para qué o contra quién va a usar López Obrador a su flamante, impune y opaca policía militar.

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