Milenio

Jacobo Grinberg

- BRAULIO PERALTA

La desaparici­ón el 8 de diciembre 1994 de Jacobo Grinberg–Zylberbaum estaba en un rincón oscuro de mi cerebro. Antonio Cué fue la primer persona al que escuché decir su nombre, alrededor de los años 80. Ver la película de

Ida Cuéllar, El secreto del doctor Grinberg desató en mi instinto las siguientes preguntas:

Desde Ernesto Zedillo hasta la presente administra­ción nada han dicho en público sobre el científico que dio a conocer los campos de comunicaci­ón de un cerebro a otro —que ya Einstein había enunciado en 1925. ¿Por qué la familia Grinberg no tiene una respuesta oficial del Estado, sobre todo al saberse que aquel mandatario exigió ver el expediente del caso y dio carpetazo al asunto? Jacobo Grinberg es uno de

Desde Ernesto Zedillo hasta la presente administra­ción nada han dicho en público sobre el científico

los miles de desapareci­dos en el país pero una celebridad por el que universida­des de Estados Unidos tuvieron interés por los aportes a su teoría sintérgica —creación y expansión de los campos neuronales—, que crece en sus sólidas investigac­iones. ¿Es verdad que desapareci­ó para ser parte de un grupo de expertos en la CIA o el FBI para el control mundial de esa rama de la ciencia? Tenemos derecho a conocer y no especular nada que dañe la integridad de una nación ¿Por qué no abrir el caso y llegar hasta las últimas consecuenc­ias?

El filme abre interrogan­tes y certezas. Una obra que merecería ser atendida por críticos de cine: ¿documental o thriller siniestro? Un misterio basado en realidades y libros especializ­ados. No hay al parecer falsedades y sí muchas dudas. La especulaci­ón es una de las desgracias que cierra puertas a la informació­n. El mandatario en turno debería abrir el caso de Jacobo Grinberg, personaje tan relevante o más que Carlos Castaneda, autor de Las enseñanzas de don Juan. Grinberg debería leerse como el científico que es —Wikipedia se niega a darlo por muerto: ¿nadie sabe dónde está?—; sus libros tendrían que ser parte de un acervo al lado de Castaneda, mínimo. Y lo más trascenden­tal: ningún científico mexicano (él nació aquí en 1946), ha llegado a ese nivel de estudios sobre el campo del que soy neófito pero los que saben tienen más que decir.

Las funciones en Cineteca Nacional, a lleno total. La leyenda o misterio de Jacobo Grinberg, crece.

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