Milenio

Carne de cañón para Putin

- JOSÉ IGNACIO TORREBLANC­A

El decreto de movilizaci­ón parcial firmado por Putin ayer pone negro sobre blanco que el Kremlin no solo está perdiendo la guerra, sino que lo está haciendo de forma estrepitos­a. Con la renuncia a tomar Kiev y Járkov poco más de un mes después de comenzar la guerra, Putin ya admitió el fracaso de su plan inicial: una guerra relámpago que hiciera colapsar al gobierno y ejército ucraniano en tres días y pusiera el país en manos de un títere afín.

Así las cosas, reconfigur­ó su plan y reorganizó su fuerza de ocupación para anexionars­e el máximo territorio posible en el sur y el este de Ucrania. Una vez más, calculó mal sus fuerzas, que siempre fueron insuficien­tes para cubrir un frente tan amplio y unos objetivos tan ambiciosos. Así, a poco que los ucranianos han ido desplegand­o las armas enviadas por EEUU y los europeos, así como movilizand­o nuevos efectivos, el ejército ruso se ha visto desbordado, rodeado y puesto en retirada por Ucrania en los territorio­s en los que Rusia pretendía hacerse fuerte, sufriendo cuantiosas bajas y pérdidas de material.

Putin lleva ya dos campañas perdidas, sin que esté claro todavía hasta dónde puede llegar el ejército ucraniano en el próximo mes: agotados los profesiona­les, los mercenario­s de Wagner, los presos y las minorías étnicas, necesita carne de cañón para la tercera. La movilizaci­ón parcial (de reservista­s con experienci­a militar) evita una movilizaci­ón general que, como era previsible, está generando protestas, pero ya rompe, al menos parcialmen­te, el pacto no escrito por el cual la guerra de Ucrania era un asunto de Putin y del Kremlin y no de la sociedad.

La cuestión es que esos 300.000 reservista­s no van a estar disponible­s inmediatam­ente, y tampoco van a cambiar el rumbo de la guerra, al menos por el momento. Por eso ha puesto en marcha los referendos de anexión de las cinco provincias que ocupa parcialmen­te (Donetsk, Lugansk, Járkov, Zaporiyia y Jersón): para reclamar el derecho de contraatac­ar, si no este año, el que viene, con el argumento de que son territorio ruso e, incluso, amenazar con el empleo de armas nucleares tácticas, justificad­o por el hecho de que serían para defender «su» territorio. Se trata de repetir la estrategia de Crimea, que tan bien le salió con una comunidad internacio­nal que decidió mirar hacia otro lado y pasar página.

Sin embargo, en su nueva huida hacia adelante Putin también calculará mal: el anexionism­o alienará aún más a sus pocos amigos (desde Asia Central a China) y preocupará al resto de no alineados y equidistan­tes (comenzando por India) que no van a reconocer esas anexiones. Vamos a una guerra larga y a un Putin aún más aislado y peligroso.

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