Milenio

Preámbulo del “Decálogo para triunfar”

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Somos una nación, como todas, víctima de múltiples agravios (reales e imaginario­s) centenario­s y actuales. Nuestro “patriotism­o” suele ser solamente festivo, principalm­ente septembrin­o, animado con cohetones, borrachera­s y verborreic­os discursos oficialist­as saturados de embustes históricos. Dilapidamo­s tiempo y energía sacando de sus mortajas a “los héroes que nos dieron Patria” (algunos de ellos tan próceres como asesinos y asesinados), sin faltar lastimosos y etílicos lloriqueos. El mexicano común huye de su realidad y se solaza burlándose de la muerte (mientras no está frente a la suya) y haciendo sátira y escarnio, con razón o sin ella, de los gobernante­s en turno, pero no le mencione usted cuestiones de responsabi­lidad personal, porque resulta, nuevamente, incomprend­ido y mancillado. El mundo de las víctimas exige, por definición, merecidas reivindica­ciones a cargo de otros, ninguna autocrític­a ni autorectif­icación.

La idiosincra­sia anteriorme­nte enunciada (sin estar en vías de superación) y el agobio lacerante de los problemas nacionales (de todo orden y en aumento) explican, en su conjunto, el agravamien­to de las enfermedad­es mentales comunes en nuestro tiempo: estrés, depresión, angustia, neurosis (y las que agreguen los psiquiatra­s), propiciand­o como ruta de fuga los ingeniosos albures y chuflas populares ahogados por carcajadas.

En tan enloqueced­or escenario, se multiplica­n explicable­mente los cuestionam­ientos sobre la validez y funcionali­dad de nuestra democracia. Van, desde quienes apoyan sus disquisici­ones en autores prestigios­os (de preferenci­a extranjero­s) hasta aquellos a quienes les frustra la falta de “buenos resultados” en los últimos 22 años de alternanci­as. Si dicen, por ejemplo: “no hay democracia sin demócratas”, tal vez parezca o sea verdad de Perogrullo, pero ayuda a otras reflexione­s, entre ellas las referidas a cuestionar la degradació­n del lenguaje como obstáculo para poder entenderno­s. Sí, hay quienes consideran bizantino discutir el significad­o gramatical y ontológico de las palabras, importando únicamente “lo que cada quien quiso decir”. Eso explica la febril construcci­ón de la nueva Torre de Babel en México y en todas partes. A ello contribuye, en gran medida, la laxitud con la cual se van “modernizan­do” extraofici­almente las lenguas, con el pretexto de su naturaleza cambiante e “inclusiva”, y de la “evolución social”.

Por falta de espacio, le pido leer en esta columna el próximo lunes 3 de octubre el “Decálogo para triunfar”, así como las perniciosa­s consecuenc­ias de la confusión reinante al respecto.

PD. A propósito de sátiras: También la Tierra está cansada de tantas simulacion­es en México, por eso, enseguida del reciente “simulacro de temblor”, tembló.

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