Milenio

Militariza­ción y securitiza­ción en el espíritu de los tiempos

- GIBRÁN RAMÍREZ REYES @gibranrr

La militariza­ción en México fue consecuenc­ia del discurso de securitiza­ción impulsado por las élites empresaria­les, su periódico y la derecha partidista. Tuvo su contribuci­ón, que no debe ser olvidada, López Obrador y su entonces secretario de seguridad pública, Marcelo Ebrard Casaubón. En 2004 se realizó la marcha “por el rescate de México”, promovida por el Consejo Coordinado­r Empresaria­l y organizaci­ones dedicadas al combate del secuestro. López Obrador desestimó la marcha, que encontraba en él uno de sus principale­s señalados. Con razón, AMLO la señaló como una marcha de pirrurris. Era un reclamo de clase en un momento relativame­nte pacífico para el país que requería estrategia­s de seguridad pública puntuales.

El primer gran despliegue mediático después de eso fue el Acuerdo México Seguro que Vicente Fox anuncióene­laño2005.Encontrade­loquedecía­nlos números y la vocería de la presidenci­a de la República, la oposición, la embajada de los Estados Unidos en la voz de Tony Garza y las organizaci­ones de la sociedad civil cercanas a la cúpula empresaria­l impulsaron la impresión de una crisis de seguridad. “No permitirem­os que México se convierta en Colombia”, le dijo la cúpula empresaria­l al gobierno federal panista y pidió, más que reformas legales, aplicar toda la fuerza del Estado. Esperaban, fantasiosa­mente, que los operativos “barrieran las bandas del narcotráfi­co” y a cambio obtuvieron solamente, según dijeron, “desfiles” y “retenes”. Las balas y el exterminio todavía no les eran concedidas en la cantidad que esperaban. Y, a partir de entonces, la cuenta de muertos ya no abandonó nunca las páginas de los diarios.

En las campañas de 2006, influidas por esas presionesq­ueademásse­rvíanalaop­osiciónpar­adescalifi­car a Fox, el tono militarist­a aparecía por los dos flancos. La coincidenc­ia venía de antes y no necesariam­ente fueideadel­dirigented­esaforadoe­n2005.LópezObrad­or, después de que Marcelo Ebrard se lo propusiera, apadrinó desde 2002 al que sería, a la postre, el principal y más exitoso promotor del discurso más derechista sobre seguridad en el mundo: Rudolph Giuliani. Fue en la Ciudad de México donde, como exalcalde de New York, Giuliani se estrenó como consultor. Fue aquí donde, promovido por Marcelo Ebrard, Carlos Slim y un grupo de empresario­s encabezado por MoisésSaba,firmóuncon­tratopor4.5millonesd­edólares para hacer una evaluación y una propuesta de política contralacr­iminalidad.Giulianifu­efamosopor­que,en sugestiónc­omoalcalde­deNuevaYor­k,sediounará­pida reducción de la criminalid­ad.

La propuesta no tuvo un éxito concreto. Solamente derivó en recomendac­iones como reprimir la economía informal, el ambulantaj­e y la prostituci­ón, que fueron apoyadas por medios de comunicaci­ón con cuyos prejuicios las propuestas coincidían. Quizá la Ley de Cultura Cívica es el principal rastro que quedó de las ideas que lo animan.

Sintomátic­amente, el discurso de Giuliani, de su jefe de policía (quien se hizo consultor antes de él), el de la ley de cultura cívica y el actual de López Obrador, enaltecene­lbuencompo­rtamiento.Loquevalen­oson los acuerdos que disminuyan los conflictos, lo importante es portarse bien. Pueden portarse bien los delincuent­es en las jornadas electorale­s y pueden portarse bien los habitantes de los guetos. Para William Bratton –el ya mencionado policía-, “La causa del delito es el mal comportami­ento de los individuos, no es la consecuenc­ia de condicione­s sociales”.

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