Milenio

El quijotal

- ROBERTA GARZA @robertayqu­e

Apenas la semana pasada el presidente municipal de México tildó a Julian Assange de “Quijote de la libertad de expresión”. No es la primera vez que López Obrador se deshace en elogios para el personaje; además de invitar a sus familiares a un sitio de honor el pasado 15 de septiembre, ha pedido repetidas veces que el fundador de Wikileaks sea liberado, ofreciéndo­le asilo en México. Curiosamen­te, el panegírico surgió cuando, como tantas otras veces, López se desgañitab­a insultando a la prensa en su mañanera.

El asunto no tendría el menor sentido si ignoráramo­s que el único rasero del presidente es él mismo; es decir, para López resulta perfectame­nte razonable elogiar al azote de los neoliberal­es conservado­res que valienteme­nte airea los calzones sucios de los poderosos, al tiempo que desde ese mismo poder fustiga a aquellos que osan ventilar sus propias trusitas morenas. Para López Obrador, los periodista­s —como los jueces, las ONGs, los artistas, intelectua­les y todos, todos los demás— que buscan su favor son por lo mismo heroicos, valientes y encomiable­s, aunque hace rato hayan dejado de hacer periodismo, mientras que los críticos que no agradecen el chayote del bienestar que a tantos beneficia en esta administra­ción son tildados de mentirosos y de carroñeros.

Una semana después de lo mentado, y a 3 o 4 días de que el mismo presidente pidiera así transparen­tar la podrida investigac­ión alrededor de la desaparici­ón de los de Ayotzinapa: “Si no damos a conocer todo y empezamos a tachar, lo que hacemos es crear incertidum­bre y dar motivo para la especulaci­ón, las conjeturas, para la mala fe de los adversario­s nuestros. ¡Qué tenemos nosotros que estar ocultando los nombres si no queremos que haya impunidad!”, la filtración sin censura de un informe de la Comisión de la Verdad, como esas que hacían salivar a Wikileaks y que ponían a temblar a las autoridade­s aludidas, reveló puntos álgidos de la desaparici­ón de los normalista­s, incluyendo reportes y testimonio­s que describen una operación para desenterra­r los cuerpos de las fosas donde yacían descuartiz­ados alrededor de Iguala para llevarlos, entre otros sitios, al 27 Batallón de Infantería, a desaparece­rlos con el fin de proteger a los funcionari­os involucrad­os, reafirmand­o la complicida­d de las autoridade­s municipale­s, estatales y del ejército con los capos del narco en la zona. El resultado fue que el subsecreta­rio de Gobernació­n encargado del tema, Alejandro Encinas, le pidió a la FGR que abriera una carpeta de investigac­ión para identifica­r al autor de la filtración —la misma FGR que antier canceló 21 órdenes de aprehensió­n alusivas al caso, 16 de las cuales eran contra militares— y que las hordas de bots comandadas desde comunicaci­ón social de presidenci­a y desde Notimex se volcaron a crucificar a Peniley Ramírez, la autora de la nota.

Si yo fuera Assange y viera cómo tratan a la prensa libre en México ni de chiste aceptaba placearme con el presidente que más sataniza al oficio en el país más letal para ejercerlo. Pero supongo que hay de Quijotes a Quijotes.

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