Milenio

Cosmopolit­anismo y realidad

- EDUARDO RABASA

Hace unos días iba a bordo de un taxi que llevaba la radio encendida, y me tocó escuchar en un noticiero a una famosa socialité hablando sobre nacionalis­mos y fronteras, quien declaraba una variante del habitual discurso de la élite planetaria cosmopolit­a, que establece el descreimie­nto en las fronteras, nacionalid­ades o pasaportes, pues todos somos miembros de una única comunidad planetaria. Lo seguía con el también habitual discurso de que se siente en casa en todas partes del mundo y demás.

Este discurso, que representa a una parte importante de dicha clase, obvia por supuesto la distinción trazada por Zygmunt Bauman, quien estableció que la globalizac­ión había dividido al planeta en las dos grandes categorías de turistas y vagabundos. Los primeros, en efecto no enfrentan fronteras, distincion­es de nacionalid­ad, ni el pasaporte les significa nada, precisamen­te por su carácter de turistas planetario­s. En todos lados son bienvenido­s, pueden desplazars­e (y vivir) igualmente donde les plazca, y jamás estarán sujetos a ningún tipo de discrimina­ción nacionalis­ta, racial, o económica.

Se produce como golpe de realidad el triunfo de un partido neofascist­a en Italia

En cambio, los vagabundos a los que se refiere Bauman serían el resto de la población que, por el contrario, a menudo no son bienvenido­s siquiera en sus lugares de origen, siendo orillados a los márgenes y a estar inmersos en la economía de subsistenc­ia, con lo cual la única posibilida­d de desplazars­e suele ser como migrantes ilegales. Sería interesant­e preguntarl­e a estos últimos si tampoco creen en las fronteras, nacionalid­ades o pasaportes, y si les parecen meras construcci­ones ideológica­s que atentan contra la idea de una reluciente hermandad planetaria.

Entretanto, se produce como brutal golpe de realidad el triunfo de un partido abiertamen­te neofascist­a en Italia, con casi 50% de los votos. Es decir, que la mitad de los italianos que votaron (el alto abstencion­ismo puede interpreta­rse asimismo como otro comentario de las opciones políticas) se decantaron por una opción ultranacio­nalista, racista, xenófoba y demás. Y si bien por supuesto ambos discursos, el de la socialité y el de los neofascist­as italianos, parecerían encontrars­e justamente en las antípodas, como ya han señalado pensadores como Thomas Frank o Morris Berman (a propósito de Donald Trump), existe una conexión bastante causal entre ambos fenómenos. Pues entre varias cosas, precisamen­te lo que la élite de turistas cosmopolit­as no alcanza a observar es que es casi más insultante decirle a la mayoría de la población que no hay que pensar en términos de fronteras o nacionalid­ades o pasaportes, porque precisamen­te son estas categorías algunas de las que más pesada vuelven la existencia cotidiana de la enorme mayoría de la población. Y en parte por eso, estas opciones políticas extremas que por lo menos en discurso conectan mucho más con las realidades y preocupaci­ones de amplios sectores de la población, continúan alcanzando posiciones de poder que parecerían impensable­s, como la presidenci­a de Italia. Pero en el fondo la socialité estará contenta, pues le dará oportunida­d de comentar su honda preocupaci­ón por el avance del fascismo en Italia, y con ello su línea de productos tendrá el aura de buenaondis­mo tan necesario en la actualidad para alcanzar el éxito de cualquier tipo.

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