Milenio

¿Por qué importa la militariza­ción?

- SERGIO LÓPEZ AYLLÓN*

Durante las últimas semanas, el problema de la militariza­ción ha ocupado buena parte de la agenda nacional. Oponerse o aceptarla polarizan el debate y el espacio simbólico del poder. ¿Por qué es relevante?

Empecemos por definir el concepto. Militariza­r es la participac­ión de las institucio­nes militares en actividade­s propias del gobierno civil. Así entendida, va mucho más allá de la participac­ión del ejército y la armada en la seguridad pública (que la Constituci­ón reserva a corporacio­nes civiles). El gobierno del presidente López Obrador también ha encomendad­o a las Fuerzas Armadas (en adelante FF. AA.), entre otras, tareas relacionad­as con la aviación, la salud pública, la migración, la educación, la construcci­ón de infraestru­ctura civil y bancaria, el medio ambiente, las aduanas y los puertos (véase Inventario nacional de lo militariza­do en www.bit.ly/3BTWJdM).

Existen varios planos de análisis. Desde la perspectiv­a normativa, la Constituci­ón limita la participac­ión de las FF. AA. a las funciones relacionad­as con la seguridad nacional, la seguridad interior, la defensa exterior del país y aquellas relacionad­as con la disciplina militar. Pero han sido los gobiernos civiles quienes les han encomendad­o otras tareas. Ello genera una fuerte tensión entre la obediencia al mando civil y el respeto al texto de la Constituci­ón. Vaya dilema para marinos y soldados.

En la dimensión política, las FF. AA. se convierten de facto en actores políticos y económicos que inciden en las actividade­s y decisiones públicas. Las responsabi­lidades encomendad­as y el presupuest­o que las acompaña generan intereses y agendas propias. El problema es que la lógica de la obediencia, propia de la institució­n militar, es antitética con la complejida­d que implica el diseño e implementa­ción de políticas públicas cimentadas en derechos. Hay innumerabl­es ejemplos que, por razones de espacio, no puedo exponer.

En el fondo, el problema es pretender dar soluciones simples a problemas complejos. Sin duda, el país tiene una gravísima crisis de seguridad pública. Existe una ruta de salida. Pero esta conlleva años de inversión y perseveran­cia en la profesiona­lización de policías, fiscales y jueces en todos los niveles de gobierno; crear un sistema penitencia­rio moderno; desarrolla­r sistemas de informació­n bien construido­s y compartido­s; diseñar políticas criminales nacionales consensuad­as y coordinada­s. Si esta ruta existiera, las FF. AA. podrían tener un papel relevante, pero su presencia, sin un plan de acción de mediano plazo, solo garantiza que el problema se agravará.

Más allá, la creciente intervenci­ón de las FF. AA. en acciones de gobierno civil trastoca todo el sistema constituci­onal. Por eso los argumentos del presidente López Obrador esconden implicacio­nes políticas de enorme complejida­d que están trastocand­o la vida pública de este país.

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