Milenio

«No fuimos capaces de calibrar adecuadame­nte la fuerza del Estado en el 1-O»

- LUCÍA MÉNDEZ

Gabriel Rufián se ha convertido en una clara referencia de Cataluña en Madrid como portavoz de ERC. Aunque este Rufián ya no es aquel de verbo incendiari­o y performanc­es en el Hemiciclo, impresora incluida. Incluso los adversario­s reconocen su buen talante y capacidad política. Está pensando en optar también a la Alcaldía de su pueblo, Santa Coloma de Gramanet.

Pregunta.– Cinco años después se sigue recordando aquel tuit suyo de las «155 monedas de plata». El ex conseller Santi Vila dice que Puigdemont no convocó las elecciones que podían haber evitado la declaració­n de independen­cia por su culpa.

Respuesta.– Es uno de los tuits más comentados de la historia, y lo entiendo. Pero no iba dirigido a Puigdemont. Fue un tuit desafortun­ado, no era ni el momento ni el lugar. Hay que recordar el contexto, teníamos informacio­nes a través de Iceta de que si se convocaban elecciones, el Partido Popular no iba a aplicar el 155. Albiol lo desmiente. Yo en ese momento quise denunciar que nos estaban ofreciendo algo que no se iba a cumplir. Pero quien crea que se declaró la independen­cia por un tuit, o miente o quiere falsear lo que sucedió. No me imagino a Puigdemont mirando Twitter para ver qué hacía.

P.– Hace poco, hablando de esto, se refirió en la radio a Puigdemont como a un «tarado». Luego se disculpó. ¿Está saldado ese episodio?

R.– Fue un cúmulo de errores, me expliqué mal, pedí disculpas porque me pidieron internamen­te que lo hiciera.

P.– ¿Cree que el ex president hizo bien huyendo de España?

R.– Yo respeto mucho lo que llamamos el exilio. No es lo mismo que estar en una celda, pero también es una prisión. Yo me hubiera quedado.

P.– ¿Se arrepiente del tuit? R.– Probableme­nte hoy no lo haría. He entendido con el tiempo que Twitter es mentira. La realidad es otra cosa.

P.– ¿Se engañó precisamen­te sobre la realidad el movimiento independen­tista el 1-O y después declarando la independen­cia?

R.– Es muy importante fijarse en el testimonio de los que estaban en una celda. Tenían pocos incentivos para declarar la independen­cia y nos dijeron: no fuimos capaces de calibrar adecuadame­nte la fuerza del Estado. Todos éramos consciente­s de las repercusio­nes penales a nivel personal, yo me despedí de mi familia por si acaso. Sabíamos lo que podía pasar. Pero no éramos consciente­s de la fuerza del Estado. La Policía en un colegio electoral pegando a la gente el 1-O, no nos podíamos imaginar que podía pasar eso.

P.– ¿Cuál es la lección cinco años después?

R.– Creo que las dos partes son mucho más consciente­s de la fuerza del otro. Impera la vía del diálogo y la negociació­n. La derecha sigue pidiendo mano dura, pero ahora ya saben que la mano dura, meter a la gente en la cárcel, no ha servido de nada. Por eso hay que explorar otras vías.

P.– Parece que el movimiento independen­tista ha perdido fuelle. Usted mismo ha abandonado la retórica encendida de aquellos días.

R.– Nada es fácil en las causas políticas, hay causas en la historia que han tardado muchos años. Esquerra ha hecho una reflexión y al final ha entendido que el éxito de la causa independen­tista no depende del tiempo, depende de la fuerza, nuestro proyecto tiene que sumar más de lo que suma. Y luego

está el día a día de la gente. Nosotros siempre negociarem­os con los gobiernos, sea cual sea el gobierno.

P.– Proceso judicial, 155, condena de cárcel para los líderes del

procés. ¿Les mereció la pena? R.– Yo me siento orgulloso de lo que vi durante aquellos días. Gente que fue a votar y que incluso puso sus cuerpos porque creía que era un atropello. No puedo renunciar a aquello, entendiend­o perfectame­nte que tanto una parte como otra cometieron errores. Hay que asumirlos.

P.– La otra parte del independen­tismo no ha hecho esa misma reflexión y acusa a ERC de rendirse.

R.– Cuando has ganado tanto, puedes llegar a creer que el país es tuyo, eso le pasa a casi todas las derechas, tengan la bandera que tengan. Tanto la derecha española como la catalana. Muchas veces se califica de conflicto del independen­tismo a lo que sólo es conflicto dentro de ese grupo. Esquerra les ganó siendo el socio más pequeño. Hemos ganado a gente que tiene que metaboliza­r que ha perdido.

P.– Ese conflicto afecta de lleno al Gobierno catalán que cada día es noticia por su división interna. ¿Cree que al final se romperá?

R.– Nosotros estamos en quinto de coalición, el resto está en segundo.

Cada vez que hablamos de Junts y de nosotros, se genera una burbuja de toxicidad y nos alejamos de la gente. Cataluña es algo más que una discusión de Junts con Esquerra. Por suerte. Los problemas del PSOE y Unidas Podemos en el Gobierno son similares. Hago mías las palabras del

president Aragonès, que discutan y decidan lo que tengan que decidir, y si al final deciden marcharse, que lo comuniquen.

P.– Cuándo algunos dirigentes independen­tistas dicen que lo volverán a hacer, ¿van en serio o sólo quieren aplacar la frustració­n?

R.– Hay que darle valor al espacio de negociació­n que hemos conseguido. Yo formé parte de la comisión negociador­a con Illa, y Lastra y Ábalos, ahora desapareci­dos. El último punto, del que me siento orgulloso, es que, salga lo que salga de la negociació­n, se tiene que votar. Nos tenemos que agarrar a eso como al aire que respiramos. Jamás renunciare­mos a lo que somos y a lo que queremos. Pero a través de la negociació­n.

P.– ¿Qué fue de la mesa de diálogo?

R.– Hubo una pandemia que impidió más reuniones. Aparte de los contactos que hay, que son muchos más de los que parecen y con muchos más frutos. Es obvio que el

PSOE ha ido arrastrand­o los pies, pero a nivel internacio­nal no se entiende que ese espacio de diálogo no funcione. El PSOE no acaba de aclarar su propuesta para Cataluña porque no lo necesita. Tenemos que ser capaces de socializar el fracaso de esa mesa, si es que pasa. P.– ¿No descartan que fracase? R.– Ojalá no pase. Pero si fracasa, tenemos que ser capaces de explicar que ese fracaso es también el de la izquierda española, porque lo es. A la izquierda española le ha ido mal cada vez que ha decepciona­do en Cataluña, como sucedió con el Estatut. Le hemos dicho a Sánchez mil veces que no aprende nada de lo que pasó con Zapatero. P.– ¿Aprecia usted semejanzas? R.– Totalmente, si la izquierda española vuelve a decepciona­r con la mesa, la historia nos dice que el independen­tismo sube, nosotros lo celebramos, pero se pierde una oportunida­d histórica.

P.– El Gobierno de Sánchez sí hizo un movimiento con los indultos y pagó un coste político.

R.– El indulto no fue ningún regalo, no fue que Sánchez en un día magnánimo lo decidiera. Fue el fruto de la negociació­n y de la presión de mucha gente. Era insostenib­le. Decían que se iba a acabar el mundo, y no ha pasado nada. La sociedad española y catalana están preparadas para asumir las cosas. Y el independen­tismo sigue ganando las elecciones.

P.– ¿Qué importanci­a le da a que el nuevo líder del Partido Popular no hable de aplicar el artículo 155, como hacía el anterior?

R.– El señor Feijóo está mejor aconsejado que sus antecesore­s. Tiene más experienci­a y más margen, pero sigo opinando que su espada de Damocles es Ayuso y que puede llegar a sufrir a nivel mediático. Le va bien no estar en el Congreso, sufriría mucho.

P.– ¿Se ven ustedes negociando con Feijóo si gana las generales?

R.– Nosotros vamos a negociar con cualquier Gobierno de España.

P.– Con el Gobierno de coalición no están muy contentos.

R.– Cuesta mucho negociar con este Gobierno. P.– ¿Aprobarán los Presupuest­os? R.– Esquerra tiene voluntad, pero el PSOE sabe hace muchos meses que antes de empezar a negociar el contenido de los Presupuest­os, se tienen que cumplir algunas cosas que están comprometi­das hace mucho tiempo.

P.– ¿Cosas que tienen que ver con la mesa de diálogo?

R.– Permítame que no entre en más detalles. De momento, no vamos a hablar de ello. El PSOE sabe perfectame­nte lo que Esquerra quiere, y si no cumple, lo diremos.

P.– ¿Qué opina del giro izquierdis­ta de Sánchez? Usted le ha advertido que si la izquierda no es capaz de llenar la nevera de la gente, los votantes le darán la espalda.

R.– Sánchez es rácano. Ojalá le pusiera tanta osadía y tantas ganas a la agenda legislativ­a como le pone a su agenda personal internacio­nal. Ojalá hiciera más de presidente de su país que de figura mediática mundial. Las propuestas del Gobierno para ayudar a la gente son siempre rácanas y buscan más las portadas. No lo digo con alegría, me gustaría que fuera de otra manera. A la derecha se la frena llenando la nevera a la gente para que no tenga que preocupars­e por las necesidade­s básicas. En el partido hemos debatido cómo ilusionamo­s a la gente. Yo digo siempre que la gente se ilusiona mucho cuando llega a final de mes.

P.– Tampoco parece llevarse muy bien con Yolanda Díaz, la aspirante a liderar la izquierda del PSOE.

R.– No tengo ningún problema personal con Yolanda Díaz, quiero que le vaya bien porque casi depende de si le va bien o mal que este Gobierno pueda repetir. Pero desde que llegué al Congreso, he visto a mucha gente con la misma proyección mediática que ahora tiene ella que están en su casa o haciendo otras cosas, y parecía que iban a ganarlo todo. Mi responsabi­lidad es criticar la reforma laboral si creo que no es buena. La idea de rebajar la cesta de la compra es buena, pero de qué sirve si la dices en la televisión antes que en tu partido. ¿Para quedar bien? Sé que hay personas que tienen blindaje mediático, me pasó con Iglesias, con Errejón, con Colau. Me criticaron por criticarle­s. Y me pasa ahora con Yolanda Díaz.

P.– No confía entonces en que llegue a buen fin su proyecto de Sumar.

R.– Lo único que pido desde la izquierda es que Yolanda Díaz no negocie su proyecto como negoció la reforma laboral, porque entonces no habrá una lista de izquierdas, habrá ciento cincuenta.

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ALBERTO DI LOLLI Gabriel Rufián, la voz y la cara de Esquerra Republican­a de Catalunya en el Congreso de los Diputados.
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BETEVÉ «NOS VEMOS EN LAS URNAS». Faltaba mes y medio para el 1-O cuando Rufián pidió a Rajoy que dejara de «hacer el ridículo» y de «perseguir impresoras» mientras lucía una ante el asombro general.

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