Calma chicha

Es imposible calcular el tiempo aire que la Selección Nacional Mexicana carga en sus espaldas, pero quizá sea uno de los más grandes del mundo; no quiere decir que sea duro, pero sí duradero.

Durante cuatro largos años, cada uno más intenso que el anterior, y en este caso hay que agregarle cinco meses más, la Selección encabeza portadas, escribe columnas como esta, protagoniza debates, enciende polémicas, produce programas, activa canales, engancha las redes, conecta sistemas, sube el volumen de la radio, calienta micrófonos, envía datos, mueve satélites, transmite señales y prende los focos a su alrededor.

Esto, hay que multiplicarlo por millones de ojos, oídos y bocas, que juzgan las imágenes desde un particular punto vista, escuchan las opiniones para enriquecer la suya y comentan o comparten lo que sienten con otros millones de personas.

Y aunque no todo resulta negativo, cuesta trabajo distinguir las corrientes positivas, que en ocasiones se confunden con indulgencia causando más controversia, más discusión y más alboroto. El ruido es mayúsculo, y cada ciclo mundialista se reproduce por la cantidad de medios, usuarios y plataformas que avanzan con la tecnología.

Ese ambiente “futbolero” que parece entretenido, trivial o inofensivo, produce una enorme presión atmosférica sobre un pequeño grupo de personas que también escuchan, observan, hablan y respiran. A veces creemos que los seleccionados nacionales y sus entrenadores viven rodeados de un escudo protector o tienen la obligación de soportarlo todo, todo el tiempo. El aire previo al Mundial, no ha sido distinto a otros, sopla por todos lados, lo que sí ha cambiado es el clima, ha perdido calidez.

Hay un día en que esto se detiene, entra una calma chicha en la que todo lo que se ha dicho, escrito, visto o escuchado, puede volverse tormenta o convertirse en una suave brisa que acompañe el juego de la Selección en Qatar.

Ese ambiente “futbolero” que parece entretenido, produce mucha presión atmosférica