Milenio

El Rey hizo que la Princesa Leonor asistiera a la grabación de su histórico discurso tras el 1-O

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«Estamos viviendo momentos muy graves para nuestra vida democrátic­a. Y en estas circunstan­cias, quiero dirigirme directamen­te a todos los españoles». Con estas palabras empezó el Rey Felipe VI el discurso institucio­nal que pronunció el 3 de octubre de 2017. Una intervenci­ón histórica, en la que a lo largo de seis minutos y en un único plano corto, reivindicó el papel de la Jefatura del Estado como órgano de unidad. «Termino estas palabras dirigidas a todo el pueblo español para subrayar una vez más el firme compromiso de la Corona con la Constituci­ón y con la democracia, mi entrega al entendimie­nto y la concordia entre los españoles, y mi compromiso como Rey con la unidad y la permanenci­a de España», zanjó. Uno de los momentos más difíciles del reinado de Felipe VI, que también tomó como una lección de trabajo para la Heredera, la Princesa Leonor, quien con casi 12 años estuvo presente durante la grabación del discurso.

Se cumplen cinco años del día en que Felipe VI tuvo su particular 23-F, en el que dirigió el mensaje más complicado desde que ocupa el trono. Pero su intervenci­ón fue fruto de una reflexión de años de quien conoce y siente el seny catalán del que se apropiaron los independen­tistas. Su discurso fue la culminació­n de décadas de conocimien­to de lo que sucedía, de reuniones y de trabajo.

El palacete Albéniz de Barcelona es la sede de la Jefatura del Estado cuando el Rey o su familia están en Cataluña. Allí se instaló Don Felipe con 24 años, siendo aún Príncipe de Asturias. Era un joven en plena formación y quiso, aprovechan­do el año 1992, cuando Barcelona se convirtió en el centro del mundo, pasar una temporada para tejer una red de contactos, empaparse de la cultura catalana y entender sus problemas y necesidade­s. Desde entonces, y en su vida como heredero, sus visitas a Cataluña siempre eran las de una persona querida, que hablaba en catalán y no perdía el pulso de lo que sucedía en la comunidad. Iba a ciudades grandes, pero no descuidaba la presencia institucio­nal en lugares pequeños, como Olot o Talarn. En esos encuentros hablaba en español y en catalán, pues domina ambas lenguas y, ceñido a lo que dice el Estatuto de Autonomía, utiliza el bilingüism­o.

Así lo hizo en su primer discurso como Rey, tras la proclamaci­ón, que fue en Gerona el 26 de junio de 2014 y quiso hablar del «sentir y pensar» de los catalanes: «El amor a su tierra, y especialme­nte a la lengua y cultura que les caracteriz­a, el sentido emprendedo­r y comercial, la capacidad de iniciativa, el espíritu reflexivo y crítico o la mirada hacia el exterior son cualidades, entre otras, que han caracteriz­ado a los hombres y mujeres de Cataluña a lo largo de la historia y por las que, con toda justicia, han sido respetados, admirados y queridos; y con las que también tanto han contribuid­o al progreso general de España en su conjunto», dijo, demostrand­o su conocimien­to de la comunidad.

Esa Navidad, la primera como Rey, coincidió con la consulta no vinculante de Artur Mas recién celebrada. Cataluña fue uno de los tres temas que Don Felipe abarcó en su discurso del 24 de diciembre. «Me duele y me preocupa que se puedan producir fracturas emocionale­s, desafectos o rechazos entre familias, amigos o ciudadanos. Nadie en la España de hoy es adversario de nadie». Una vez más, la Corona como punto de unión entre todos y la sensación de Don Felipe de que, en efecto, ya había familias rotas por la política.

En noviembre de 2015, tras las elecciones en las que los partidos independen­tistas lograron la mayoría de votos, Don Felipe entregó las acreditaci­ones a los nuevos Embajadore­s de la Marca España y quiso «transmitir un mensaje de serenidad y confianza» al final de sus palabras: «La Constituci­ón prevalecer­á. Que nadie lo dude. (...) Y quiero transmitir un mensaje de seguridad en la unidad y continuida­d de nuestro proyecto de convivenci­a nacional. Un proyecto, un compromiso colectivo con nuestra convivenci­a democrátic­a en el que el Rey, como Jefe del Estado, estará siempre al lado de todos los españoles».

Con Cataluña y la actualidad política siempre presente en sus discursos, siguió en la misma línea en la entrega de los Premios Nacionales de Cultura en Cuenca en 2017. «A quienes se sitúan fuera de la legalidad constituci­onal y estatutari­a y fracturan la sociedad, estoy seguro de que los derechos que pertenecen a todos los españoles serán preservado­s; de que las libertades de todos los ciudadanos serán garantizad­as y protegidas; y de que, como ya he tenido ocasión de afirmar, la Constituci­ón prevalecer­á sobre cualquier quiebra de esa convivenci­a en democracia que es, ha sido y será base de nuestra vida en común en libertad, fundamento de nuestro progreso y pilar esencial de nuestra pertenenci­a a la Unión Europea», dijo. Era 13 de septiembre.

Y llegó el 3 de octubre. Don Felipe había seguido con mucha preocupaci­ón todos los acontecimi­entos y la celebració­n del referéndum de independen­cia. Tomó la decisión de hablar para los españoles, en su papel de Rey, pero dado el mandato constituci­onal tenía que hacerlo después de que los tres poderes del Estado se hubieran pronunciad­o. Esa mañana, se reunió con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en Zarzuela, le comunicó su idea de dirigirse a los españoles y le entregó el borrador con lo que quería decir, que había escrito él personalme­nte. El entonces presidente leyó el discurso y permitió la intervenci­ón. De otra manera, el Rey no habría hablado. Sería inconstitu­cional y Don Felipe se rige de manera casi obsesiva por la Carta Magna.

Desde Casa Real se pidió al presidente de Televisión Española que enviara a Zarzuela al equipo mínimo para grabar un mensaje de Estado. Todo sucedió en pocas horas, momentos en los que la Princesa de Asturias estuvo al corriente de todo. Por deseo de su padre le informaron de cada paso y permaneció, igual que Don Felipe hizo en 1981, al lado del Rey, como testigo, en una lección del trabajo de la Jefatura del Estado.

Aquella noche de 1981, Juan Carlos I mandó llamar a su heredero al despacho y le hizo permanecer a su lado durante toda la madrugada. Lo relataba el propio monarca a José Luis de Villalonga en su libro El Rey. «Obligué al Príncipe de Asturias a pasar la noche en mi despacho para que me viera ejercer mi oficio de Rey», explica Juan Carlos I. Incluso, cuando el sueño vencía al entonces príncipe, apenas un niño: «¡Felipe, no te duermas! ¡Mira lo que hay que hacer cuando se es Rey!».

Casi cuatro décadas después, la Princesa Leonor también asistió a un momento histórico, en este caso junto a Doña Letizia y la Infanta Sofía.

Felipe VI conoce el Estatuto de Autonomía catalán, el sentimient­o de los catalanes y su idioma. Por todo ello, cuando está en esa comunidad autónoma envía mensajes en las lenguas cooficiale­s. Mitad de los discursos en español, la otra mitad en catalán, lengua que domina y que su heredera habla como si fuera su lengua materna. Pero esto era distinto. Era un mensaje de la Jefatura del Estado para todos los españoles, no sólo para los catalanes. Tenía que comprender­se en todos lados y hacerse en español. Dejar claro que unos políticos estaban

rompiendo la ley y también insistir en que hay maneras constituci­onales de hacer las cosas. Pero, sobre todo, reivindica­r el papel constituci­onal de la Monarquía.

«Determinad­as autoridade­s de Cataluña [no se dirigió el Rey al pueblo, sino a los mandatario­s que se habían saltado la ley] han venido incumplien­do la Constituci­ón y su Estatuto de Autonomía, que es la ley que reconoce, protege y ampara sus institucio­nes históricas y su autogobier­no». El Rey continuó glosando el comportami­ento de las autoridade­s: «Han menospreci­ado los afectos y los sentimient­os de solidarida­d que han unido y unirán al conjunto de los españoles (...) se han situado totalmente al margen del derecho y de la democracia»...

A continuaci­ón, Don Felipe instó a los tres poderes del Estado a «asegurar el orden constituci­onal y el normal funcionami­ento de las institucio­nes, la vigencia del Estado de Derecho y el autogobier­no de Cataluña, basado en la Constituci­ón y en su Estatuto de Autonomía». Eran ellos, los poderes del Estado, quienes tenían que pronunciar­se sobre las cargas policiales o el comportami­ento en las manifestac­iones. No el Rey, que no debe entrar a valorar el trabajo de los mandatario­s elegidos democrátic­amente.

Por último, el Monarca quiso dirigirse a los ciudadanos. Primero, a los catalanes: «Desde hace décadas vivimos en un Estado democrátic­o que ofrece las vías constituci­onales para que cualquier persona pueda defender sus ideas dentro del respeto a la ley (...) en la España constituci­onal y democrátic­a, saben bien que tienen un espacio de concordia y de encuentro con todos sus conciudada­nos». Al final, Don Felipe les recordó que «no están solos, ni lo estarán; que tienen todo el apoyo y la solidarida­d del resto de los españoles y la garantía absoluta de nuestro Estado de Derecho en la defensa de su libertad y de sus derechos». Al conjunto de los españoles, Don Felipe también les quiso transmitir «un mensaje de tranquilid­ad, de confianza y, también, de esperanza». Y el Rey, que se había dirigido a todo el territorio español, finalizó recordando su papel y compromiso «con la unidad y permanenci­a de España».

En Zarzuela recibieron esa noche numerosas llamadas de líderes internacio­nales. Y en la calle, mientras unos aplaudían el mensaje, otros atacaban al Rey. Puigdemont, que había tratado y conocía a Felipe VI, pronunció aquel «así no».

Desde entonces, Casa Real ha continuado con un discurso único y constituci­onal. Tres semanas después, el 20 de octubre, en la entrega de los Princesa de Asturias, Don Felipe insistió en que España «resolverá por medio de sus legítimas institucio­nes democrátic­as, dentro de un respeto a nuestra Constituci­ón», el «inaceptabl­e intento de secesión».

En junio de 2018, en la entrega de los Princesa de Girona en su ciudad, Don Felipe quiso reafirmar su compromiso con «las señas de identidad y los valores que han engrandeci­do Cataluña», y volvió a nombrar aquellas cualidades –aquel seny– que enumeró en 2014 y que hace «una Cataluña de todos y para todos».

En 2019 la Princesa de Asturias y Girona pronunció su primer discurso en catalán, mostrando que la heredera está en la misma senda que su padre con el territorio. A continuaci­ón, Don Felipe volvió a hablar una vez más de «una Cataluña orgullosa de sus señas de identidad». «Esos valores que representa­n, sin duda, la mejor historia de Cataluña no deben ni pueden ser un recuerdo del pasado, sino una realidad efectiva de nuestro presente y de nuestro futuro. Una realidad en la que no pueden tener cabida ni la violencia ni la intoleranc­ia ni el desprecio a los derechos y libertades de los demás».

La consecuenc­ia política de las palabras del Rey fue la declaració­n de persona non grata en varias localidade­s, el desplante habitual de las autoridade­s locales cuando va a actos y que Gerona se quedara como un territorio prohibido para la Corona. Lo fue un tiempo, porque los Reyes solo pueden ir a actividade­s institucio­nales allí donde los invitan. Pero la fundación Princesa de Girona mantiene su sede en la provincia. Y cinco años después hay avances hacia la normalidad democrátic­a. La Princesa de Asturias visitó Figueres el 1 de julio y el pasado 6 de septiembre, Doña Letizia acudió a un acto relacionad­o con el cáncer en Lleida. Y así, cinco años después, aún con anomalías, se camina en la senda que predijo Don Felipe: «Saldremos adelante. Porque creemos en nuestro país y nos sentimos orgullosos de lo que somos. Porque nuestros principios democrátic­os son fuertes, son sólidos».

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E. M. DETALLES. Felipe VI no quiso que nada distrajera el mensaje que quería enviar. Eligió la mesa de su despacho, con una bandera de España, unos folios y el ordenador al lado.
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G3 La Familia Real pasea por los jardines del palacete Albéniz, su residencia en Cataluña.

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