Milenio

Tierra de paz

- DIEGO ENRIQUE OSORNO deo@detective.org.mx

Entre bullicios aeroportua­rios, un minuto antes de que se cierre la puerta principal del avión, Juan Manuel Santos entra agitado hacia su asiento. El súbito silencio que provoca su sorpresiva presencia acaba cuando otro pasajero del vuelo 4094 de Latam lanza un grito a todo pulmón. —¡Bienvenido, presidente!

El vuelo de Bogotá a Cartagena no registra turbulenci­as ante quien hasta 2018 gobernara Colombia con una agenda que traicionó la política punitivist­a de su antecesor y padrino Álvaro

Uribe, lo cual le mereció repudio popular de los sectores conservado­res y un premio Nobel de la Paz por sus acuerdos con las FARC.

Santos va a Cartagena al Hay Festival, donde hará un pronunciam­iento contra las persecucio­nes que sufren Amartya Sen en India y Muhammad Yunus en Bangladés, ambos ganadores también del Nobel. El ex presidente colombiano está en campaña por la secretaría general de la ONU. No la tiene fácil. Una adversaria es la ex mandataria chilena Michelle Bachelet.

El taxista que me lleva del aeropuerto de Cartagena al hotel dice que admira a Santos. Le pregunto por qué, pero en lugar de responder ve la oportunida­d que le dio mi curiosidad para lanzar un rosario de insultos contra el actual presidente Gustavo Petro, a quien considera la peor calamidad sufrida en el país. Una de sus quejas es que se haya reunido con grupos remanentes de las FARC y con el ELN, la otra guerrilla histórica nacional.

Justo Santos fue quien inició los procesos

Santos está en campaña por la secretaría general de la ONU

de diálogo y acuerdo, le comento, pero el taxista decide informarme ahora uno de los chismes conspirati­vos del momento, el cual gira sobre la activista y senadora Piedad Córdoba, quien falleció hace días; sin embargo, el taxista sentencia con voz de trueno que esto es falso: la también amiga de Petro fingió su muerte para no ser detenida y procesada por el gobierno de EU.

Al notar por el retrovisor el escepticis­mo de mi rostro, el taxista anuncia pruebas de lo que dice. Mientras maniobra el auto por el malecón cartagener­o, ubica en su teléfono dos videos de TikTok en los que comentaris­tas de voces engoladas y ex presiones agudas explican la teoría de la falsa muerte de Piedad Córdoba. No hay duda, sentencian, ella está viva en Venezuela y —obviamente—

_ protegida por el gobierno de Nicolás Maduro.

—Colombia es tierra de paz —me dijo el taxista al final, después de ayudar a bajar las maletas y darme un sincero abrazo de bienvenida.

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