Milenio

La Constituci­ón de López Obrador

- SERGIO LÓPEZ AYLLÓN Y JAVIER MARTÍN REYES * * INVESTIGAD­ORES DEL INSTITUTO DE INVESTIGAC­IONES JURÍDICAS DE LA UNAM

López Obrador ha repetido que su triunfo en 2018 no significó el inicio de un gobierno más, sino el comienzo de la “Cuarta Transforma­ción”. En esta narrativa, su llegada al poder significó un cambio equiparabl­e a la Independen­cia, la Reforma y la Revolución. Para el obradorism­o, la culminació­n de ese proceso tendría que ser la instauraci­ón de un nuevo régimen que termine con la era neoliberal y refunde la nación.

Pero, a diferencia de los movimiento­s armados que habían caracteriz­ado la historia nacional, López Obrador llegó al poder por la vía de las elecciones libres y no propuso una nueva Constituci­ón. ¿Cómo inaugurar una nueva era sin una transforma­ción radical de la Constituci­ón? Esa ha sido una de las mayores contradicc­iones del obradorism­o. La radicalida­d del discurso de López Obrador rápidament­e se topó con los contrapeso­s que existen en cualquier democracia constituci­onal.

Aunque López Obrador apostó inicialmen­te por la vía de las decisiones administra­tivas, poco a poco advirtió las limitacion­es de esta estrategia. El intento por privilegia­r indebidame­nte a la Comisión Federal de Electricid­ad (CFE) es solo uno de muchos ejemplos: cuando la Suprema Corte nulificó la política del Ejecutivo, el obradorism­o aprobó una reforma legal y, cuando ésta estuvo a punto de ser invalidada, López Obrador impulsó una reforma constituci­onal.

Para mediados del sexenio, López Obrador tenía clara la necesidad de impulsar reformas mayores. Por eso, después de las elecciones de 2021, apostó por tres reformas constituci­onales que sí pretendían transforma­r al Estado mexicano: profundiza­r la militariza­ción de la seguridad pública al establecer el carácter militar de la Guardia Nacional; ubicar a la CFE en una posición monopólica al desmantela­r las condicione­s de la competenci­a económica, y dinamitar al INE y los mecanismos de representa­ción a través de una ambiciosa reforma electoral.

Estas tres reformas fracasaron. Pero, en el ocaso de su mandato, López Obrador ha redoblado la apuesta. Así, anunció que el 5 de febrero presentará varias iniciativa­s de reforma constituci­onal que marcarían una modificaci­ón sustancial de la división de poderes, al desaparece­r muchos de los órganos constituci­onales autónomos y modificar la estructura del Poder Judicial. A este paquete de propuestas se suman iniciativa­s en materia energética, de pensiones, salario mínimo y programas sociales.

El Presidente sabe que estas reformas difícilmen­te se aprobarán. Su objetivo es otro: poner esas iniciativa­s al centro de las campañas presidenci­ales, dar un carácter plebiscita­rio a las elecciones

_ y obligar al nuevo gobierno a seguir esa agenda legislativ­a. López Obrador cedió, simbólicam­ente, el bastón de mando. Pero no ha cedido, ni cederá, en su afán por protagoniz­ar las elecciones e imponer a quien lo suceda su visión de la nación.

AMLO apostó al inicio por decisiones administra­tivas y luego impulsó reformas mayores

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