Milenio

JUNTS TUMBA LA AMNISTÍA Y PONE EN JAQUE LA LEGISLATUR­A

La amnistía, que tanto ha desgastado al PSOE, no superó el trámite del Congreso. El fiasco lo provocó Puigdemont, que no ve asegurado el borrado de todos sus delitos

- MARISA CRUZ

El Congreso, la cámara en la que Sánchez presume de contar con una mayoría dispuesta a sostenerle, se ha convertido en un terreno de juego infernal para los socialista­s, atenazados permanente­mente por las exigencias chantajist­as de Junts, el pilar clave en el que se apoyan.

Si el Gobierno sudó sangre hace tres semanas para sacar adelante dos de los tres primeros decretos de la legislatur­a y sólo lo logró tras condescend­er in extremis a las demandas de los de Puigdemont, ayer la tortura se repitió con mayor crudeza. La proposició­n de ley de Amnistía, piedra angular del canje de votos que necesita Sánchez a cambio de impunidad para Puigdemont y los implicados en el procés, se ha revelado nítidament­e como un pantano en el que se hunde el PSOE. Ayer sufrieron el que quizá sea su mayor varapalo parlamenta­rio sólo por detrás del que padecieron en 2019 cuando ERC votó en contra de los Presupuest­os e hizo caer al Gobierno.

Junts no afloja, hasta el punto de que con su maniobra de ayer golpea con dureza a Sánchez y pone en jaque la legislatur­a. Los aparentes pasos atrás del partido de Puigdemont –ayer en la votación de conjunto de la ley de Amnistía optó por el no forzando su devolución a la Comisiónde Justicia y retrasando su tramitació­n– son sólo para tomar nuevo impulso en sus pretension­es.

Los de Puigdemont tomaron su decisión

después de comprobar que el PSOE no apoyaría las enmiendas que ellos consideran esenciales para blindar completame­nte la amnistía para su líder, puesta en riesgo por los autos de los jueces Manuel García-Castellón y Joaquín Aguirre.

De esta forma, Junts abre un nuevo plazo que podría llegar a ser hasta de un mes para seguir presionand­o al Gobierno y al PSOE, sabedores de que sus siete votos son para Pedro Sánchez la clave del poder y que el próximo test para el Gobierno –la aprobación de los Presupuest­os Generales del Estado– está a la vuelta de la esquina.

Las exigencias de Puigdemont pasaban por que los socialista­s aceptaran suprimir de la lista de delitos no amnistiabl­es, los actos tipificado­s como terrorismo, traición y contra la independen­cia del Estado. Estas eran las demandas principale­s pero no las únicas: también abogaban por ampliar el periodo que cubra la amnistía desde el 1 de noviembre de 2011 –no desde el 1 de enero de 2012–, hasta el 13 de noviembre de 2023; que la amnistía se aplique sin limitacion­es a quienes colaboraro­n, asistieron, asesoraron o protegiero­n a los líderes independen­tistas de manera que puedan acogerse a la medida de gracia personas como Gonzalo Boye, abogado de Puigdemont, o los mossos que le prestaron escolta cuando se fugó de España y establecer que los recursos por discordanc­ia con normas europeas o con la jurisprude­ncia del Tribunal de Justicia de la UE «no afecten a la vigencia y aplicabili­dad general» de la amnistía.

Junts ejerció presión sobre el Gobierno hasta el último minuto e in

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