Mis diferencias con Oxfam
Recién se dio a conocer el informe anual de Oxfam sobre desigualdad y, como suele suceder, el énfasis fue en lo mal que está el mundo, incluido México. Entiendo que la desigualdad es un problema muy serio, pero el enfoque de Oxfam me parece en ocasiones tendencioso y limitado.
La nota del informe que ha capturado la atención de los medios es que, de 2020 a la fecha, la riqueza de los cinco hombres más ricos del planeta se ha duplicado, mientras que la de cerca de 5 mil millones de personas se ha reducido. Para México, la dinámica es similar. Oxfam afirma que “la igualdad es el futuro”.
Mi primer problema con Oxfam es que no especifica qué tipo de igualdad busca. Es muy distinto luchar por una igualdad de oportunidades que por una de resultados. Apoyar la igualdad de resultados (como, en mi opinión, parece hacer Oxfam) es un error no solo desde un punto de vista económico, sino también en términos de justicia. Premiar el talento y el esfuerzo y castigar la desidia es fundamental para que se genere movilidad social y que funcione una economía. Es lo que motiva a la gente a emprender y progresar. Buscar que los resultados sean iguales sin importar el mérito es una receta de mediocridad y estancamiento económico. También es una injusticia.
Mi segundo problema con Oxfam es su actitud hacia la riqueza. Pareciera que ganar mucho dinero fuera pecado. Se le olvida que para tener recursos que distribuir a los menos favorecidos primero hay que generarlos. Para Oxfam, los billonarios (en su definición de EU) son el enemigo y el mundo estaría mejor sin ellos. Difiero. Me queda claro que algunos se enriquecieron de manera reprochable, dañando a la sociedad, pero muchos más no. Gente como Elon Musk, quien, entre otras contribuciones, es el principal responsable de reenfocar la industria automotriz hacia los coches eléctricos (con los beneficios ecológicos que esto conlleva) se merece su fortuna en mi opinión.
Por último, me parece sesgado que Oxfam se enfoque exclusivamente en lo malo y omita mencionar los grandes avances sociales que se han dado en México y en el mundo en las últimas décadas. A escala mundial, los ingresos de las personas más pobres (principalmente en China) han crecido a un ritmo más acelerado que el de las más ricas, lo que ha achicado la brecha de manera significativa. De hecho, la desigualdad global, medida por el coeficiente Gini, se ubica a su nivel más bajo en los últimos 150 años. En México, Oxfam sostiene que la concentración de la riqueza es la más alta de la historia, pero omite mencionar que el coeficiente Gini ha disminuido de manera considerable en los últimos 30 años. Tampoco resalta que la pobreza ha caído casi siete puntos porcentuales de 2016 a 2022.
Con lo anterior no quiero sugerir que la desigualdad que menciona Oxfam se deba desestimar, solo que hay que poner su postura en perspectiva. En lugar de enfocarse solo en la desigualdad de resultados, Oxfam debe buscar promover la movilidad social.