Milenio

Don Marcelino mata un poema

- LUIS MIGUEL AGUILAR

Entre las páginas 294 y 316 del tomo X de su Antología de poetas líricos castellano­s (Espasa Calpe, 1952), don Marcelino Menéndez Pelayo mata un poema, “Leandro” de Juan Boscán.

Dice que es verboso, lánguido y descolorid­o. Dice que sus 2 mil 793 versos son rastreros y abatidos, torpes y desgarbado­s, indignos del lenguaje de las musas, palabrería insustanci­al. Y así. Le da unos 14 recios marcelinaz­os. Uno siente que ya mató el poema desde los primeros adjetivos descalific­ativos y sin embargo, don Marcelino vuelve una y otra vez a rematarlo. Rabia tanto contra el

Rabia tanto contra el poema, que acaba por incurrir en una de las cosas que airadament­e le objeta

que acaba por incurrir en una de las cosas que airadament­e le objeta: la repetición.

“Para lectores modernos”, dice don Marcelino, el poema de Boscán es “ilegible”. Este “modernos” sería ubicable entre finales del siglo XIX y principios del XX. Hace unos cinco siglos que Boscán escribió su “Leandro”. Si cuento en este XXI como lector “moderno”, puedo decir que el poema de Boscán se me hace muy disfrutabl­e, narrativa y verbalment­e. Voy sólo a un claro.

Dice don Marcelino en uno de sus remates: “A aumentar el efecto narcótico de esta no nos atrevemos a llamar poesía contribuye­n una porción de repeticion­es…”, y cita de ejemplo los versos: “Atrevióse a tomar la mano de Hero,/ De Hero la mano se atrevió a tomalla”. Pare de matar, don Marcelino; aquí sí no. Han pasado 500 versos del poema y llegamos al instante encantador en que Leandro se atreve en efecto a tomar la mano de Hero. El pasaje completo dice: “Y así, sin más, sin ver lo que hazía,/ perdido el miedo que’l amor le daba,/ perdido el conocer del desacato,/ perdido el contemplar del valer della,/ perdido el contentars­e con miralla,/ perdida la memoria de sí mismo,/ perdida, en fin, la fuerza de su alma,/ atrevióse a tomar _ la mano de Hero, /de Hero la mano s’atrevió a tomalla”. Es un claro precioso dentro del poema, y uno no se cansa de repetir la delicada y conmovedor­a repetición: “atrevióse a tomar la mano de Hero,/ de Hero la mano se atrevió a tomarla”.

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