Milenio

Andrade y Aridjis

- BRAULIO PERALTA

En la noche de copas por bares, calles y discotecas siempre habrá placidez cromática en la lente de Yolanda Andrade. La penumbra apenas existe en su mirada: es el paso a la fiesta lo que valida a gente que se agiganta para ser admirada en una fotografía. Yolanda Andrade es la bruja que saca de los seres noctámbulo­s lo mejor de sí mismos: una razón para estar en el mundo. Vagabundea­r es el viaje para encontrars­e con la cámara digital de una artista visual capaz de inventar en una ráfaga de luz los colores de la noche.

Vayan a ver Luz oscura. No teman sacar al lobo aullando que llevamos dentro, ese infierno feliz de soltarnos a la belleza horrorosa de los demonios que la negra noche atraviesa. Es divertido y reflexivo vernos en el espejo de las imágenes de Yolanda

Dos fotógrafas con miradas diferentes, pero necesarias. El arte como alimento visual que estalla

Andrade. Y de paso asómense a la retrospect­iva fotográfic­a Ojos de papel volando de Patricia Aridjis que, por el lado contrario, saca raja de mujeres a plena luz del día: nanas que arrullan, encierros que aniquilan la existencia, gordas que embellecen en la lente de una cómplice. Compromiso feminista sin discurso, apenas una cámara como trampa para denunciar la injusticia hacia hembras sin más éxito que la sobreviven­cia. Andrade y Aridjis, juntas pero no revueltas, exhiben su trabajo en el Museo Archivo de la Fotografía, atrás de la catedral de Ciudad de México.

Qué hermoso es mirar cuando una imagen nos dice, nos piensa, y razonamos ese afán por quedar atrapados en una cámara que saca fotos de la existencia humana. Qué lindo es escribir de Andrade y Aridjis: distintas, transparen­tes, divergente­s en sus ojos, sea la alegría inventada o la tristeza infinita, sea la invención alucinada que atraviesa la noche o el arte que detiene el tiempo en mujeres sin alas. Vivir para captarlo, atraparlo, convertirl­o en el gozo del espectador. Para olvidar que existimos apretujado­s de quejas sociales, que escapamos al desparpajo nocturnal para encontrarn­os con los colores de la alegría, aunque

_ sea momentánea. Andrade y Aridjis: dos fotógrafas con miradas diferentes, pero necesarias. El arte como alimento visual que estalla policromad­o.

La fotografía siempre valdrá la pena cuando una muestra visual ratifica a la estética para pervivir.

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