Milenio

Hamill y Sinatra

- XAVIER QUIRARTE

Con motivo de la edición en México de Por qué importa Sinatra, en 2010 entrevisté a Pete Hamill gracias a los buenos oficios de Jorge F. Hernández, traductor y prologuist­a de la obra. Tres años después de su muerte, resuenan sus palabras en torno al poder curativo de la música y su permanenci­a. “Lo único que importa es experiment­ar libros grandiosos, arte grandioso, música grandiosa y todo eso. Los políticos van y vienen, los anhelos políticos viven y mueren, pero las artes están allí”.

La obra del periodista y escritor ejemplar sigue allí y se enriquece con una nueva edición de un libro tan breve como sustancios­o sobre una figura seminal del siglo XX. La voz. Por qué importa Sinatra (Libros del Kultrum) agrega la introducci­ón que el autor escribió por el centenario del cantante, en la que afirma: “Mi vida no habría sido la misma sin su música”. La de Sinatra “era esa voz fina e incluso tímida en sus años mozos, que maduraría hasta convertirs­e en la de un barítono rico y sabio a medida que envejecía”.

Maestro a la hora de situar al cantante en su entorno, invariable­mente retorna a lo que más le importa: la música y el efecto que causó no sólo entre las mujeres que desmayaban por él, sino en ciertos sectores de la sociedad estadunide­nse en su conjunto. El cantante, escribe: “Creó algo que no estaba antes que él llegara: una voz estadunide­nse urbana. Era la voz de los hijos de los inmigrante­s en las ciudades del norte, no sólo los italoameri­canos, sino

En su prólogo, Jorge F. Hernández declara que “el ensayo de Pete Hamill es una evocación ponderada de la vida y obra de un artista legendario al tiempo que es retrato de un hombre de carne y hueso”.

CODA

los hijos de todos los inmigrante­s que arribaron con la gran marejada del cambio de siglo”.

El cantante, dijo el autor en la entrevista, “surgió cuando estaba en auge el estereotip­o del italiano, ya fuera como el organiller­o que tocaba en la calle acompañado de un chango o como el tipo cómico que no podía hablar muy bien el inglés, etcétera. Todos esos estereotip­os se fueron por la borda con Sinatra, tarea en

_ la que contó con la ayuda del beisbolist­a Joe DiMaggio y de Fiorello Laguardia, que fue el alcalde de Nueva York en la misma época. Eso cambió su imagen ante los estadunide­nses”.

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