El insólito Dr. Monreal vs. La Dictadura de la Toga
En su paseo matinal en el jardín del monasterio, por distraído, el cartujo tropieza y se desplaza hacia el suelo —como dicen los comunicados del gobierno de Martí Batres—, rompiéndose la crisma. Nadie lo auxilia y queda ahí tendido, magullado y bocabajo, como quedarán seguramente los trabajadores desvalijados de sus afores por un régimen irresponsable y manirroto, como quedarán quienes busquen protegerse contra leyes u obras del gobierno a través de la Ley de Amparo, reformada por iniciativa del senador Ricardo Monreal, orgulloso padre de Catalina, la millonaria candidata de Morena a la Alcaldía Cuauhtémoc, para blindar a las autoridades ante los reclamos de la ciudadanía.
El monje recuerda algunas épicas batallas del insólito Dr. Monreal, las más cercanas, cuando quiso ser jefe de Gobierno de la Ciudad de México y, sobre todo, cuando peleó por ser incluido entre los aspirantes de su partido a la presidencia de la República. Parecía un rebelde radical, pero fue esfumándose hasta volverse nada. O quizá no tanto, solo un liliputiense dispuesto a complacer a su irasciblejefe.Con tal actitud, don Ricardo podría suscribir las palabras de Fernando Savater, quien en su juventud, teniendo fama de respondón, seguía la voz de sus héroes intelectuales con inquebrantable mansedumbre y de viejo, al recordar aquellos días,reconoce: “¡Vaya destino el mío, creerme nacido para ser el más indomable de los herejes y descubrirme finalmente alma de acólito!”
En el fragoroso ring del Senado, Monreal defendió con vehemencia su propuesta. Lanzó patadas voladoras, recurrió al cangrejo invertido, a la cavernaria y a muchas otras llaves de la lucha libre para salir victorioso. Con el rostro enrojecido, vociferó: “Me parece muy grave, muy grave, que el propio Poder Legislativo vaya a someterse, vaya a ser tapadera y tapete de la dictadura de la toga”.
“Con su antipatriótica iniciativa”, dice Everardo Moreno Cruz, profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM, Monreal “pretende cercenar derechos de los mexicanos y llevarnos a la vigencia del Supremo Poder Conservador de Santa Ana”. En eso estamos.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.
Parecía un rebelde radical, pero fue esfumándose