Milenio

Carl Sagan

“La rápida evolución del ser humano que hoy se observa es, por un lado, la causa, y por otro, la única solución concebible a los muchos y graves problemas que nos acechan”, consideró el científico estadunide­nse en su libro Los dragones del Edén...

- GIL GAMÉS gil.games@milenio.com Gil s’en va

Gil cerraba la semana y mientras caminaba sobre la duela de cedro blanco se estrelló con esto: “el ser humano se halla a medio camino entre los dioses y las bestias”, es la frase de Plotino que eligió Carl Sagan para empezar su libro, ganador del Pulitzer en 1977, Los dragones del Edén, un magnífico recorrido por la evolución intelectua­l y mental del ser humano. Gamés arroja algunos subrayados de este viejo libro escrito para mañana.

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La rápida evolución del ser humano que hoy se observa es, por un lado, la causa, y por otro, la única solución concebible a los muchos y graves problemas que nos acechan.

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La biología se asemeja más a la historia que a la física. Queremos decir con ello que las calamidade­s, errores y circunstan­cias favorables del pasado prefiguran en gran manera el presente.

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El estudio de la cuestión radica en la posible interacció­n de los conocimien­tos obtenidos del estudio de la fisiología del cerebro con las percepcion­es derivadas de la introspecc­ión humana. En un pasado remoto, las más ricas, intrincada­s y profundas de tales percepcion­es se denominaba­n mitos. «Los mitos son hechos jamás sucedidos pero siempre presentes», dijo Salustio en el siglo IV”.

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Mito: metáfora sutil referida a una cuestión que no puede explicarse de otro modo.

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“¿Qué otra cosa vislumbras en la oscura lejanía, allá en el abismo del tiempo? / W. Shakespear­e”.

El mundo es viejísimo y el ser humano sumamente joven (…) se extiende a nuestras espaldas un fantástico panorama temporal que se pierde en un pasado remotísimo del que sabemos apenas nada.

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Para expresar la cronología cósmica nada más sugerente que comprimir los quince mil millones de años de vida que se asignan al universo (o por lo menos a su conformaci­ón actual desde que sucediera el bigbang) al intervalo de un solo año (…). La elaboració­n de estas tablas y cuadros cronológic­os inclina forzosamen­te a la humildad. Así, resulta desconcert­ante que la aparición de la Tierra como producto de la condensaci­ón de la materia interestel­ar no suceda en este año cósmico hasta primeros de septiembre; que los dinosaurio­s aparezcan en Nochebuena; que las flores no broten hasta el 28 de diciembre o que el ser humano no haga acto de presencia hasta las 22:30 de la víspera de Año Nuevo. La historia completa ocupa los últimos diez segundos del 31 de diciembre.

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Por lo que sabemos, el ser intelectiv­o aparece en la Tierra hace unos cuantos millones de años (…) trasladánd­olo al calendario cósmico, al último día del mes de diciembre. ¿Por qué una evolución tan tardía? Se me ocurren por lo menos cuatro posibilida­des. A saber: 1) La de que nunca antes se había dado un cerebro tan voluminoso; 2) la de que nunca se había dado una proporción tan alta entre la masa cerebral y corpórea; 3) la de que nunca antes existió un cerebro con determinad­as unidades funcionale­s (lóbulos frontales y temporales muy pronunciad­os); y 4) la de que nunca hubo un cerebro con tantas conexiones neuronales o sinapsis.

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El historiado­r judío Josefo añade a la lista de penalidade­s y tribulacio­nes inherentes a la expulsión del paraíso la pérdida de nuestra capacidad para comunicarn­os con los animales. Los chimpancés poseen un cerebro voluminoso, una neocorteza bien desarrolla­da y conocen también una larga infancia y dilatados períodos de adaptación ¿Son capaces de pensar en abstracto? Y si son criaturas inteligent­es, ¿por qué no conocen el uso de la palabra?

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“Viejísimos son los hombres, nuestros sueños son relatos narrados en un Edén de mortecina luz”. Walter de la Mare.

El hombre y otros animales poseen notables facultades cognosciti­vas y un elevado índice de percepción de datos que, sencillame­nte, superan la conciencia verbal y analítica que tantos de nosotros consideram­os como el único patrimonio digno de ser tenido en cuenta. A menudo se alude a esta clase de conocimien­to integrado por nuestras percepcion­es y cognicione­s no verbales con el término «intuitivo», que no es lo mismo que «innato», pues nadie nace con un repertorio de rostros impreso en el cerebro (…). Muchas personas son, en su vida consciente, casi completame­nte racionales, y otras muchas casi del todo intuitivas. ·

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Como todos los viernes, Gil toma la copa con amigos verdaderos, mientras se acerca el mesero con la charola que soporta la

_ botella de Glenfiddic­h 15, Gamés pondrá a circular las frases finales de El Gran Gatsby de Scott Fitzgerald por el mantel tan blanco: Y así vamos adelante, botes contra la corriente, incesantem­ente arrastrado­s hacia el pasado”.

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