La comida
No importa el tipo de celebración, en México una fiesta siempre está asociada con un platillo. En toda la República se hacen distintas versiones del pan dulce de muerto, pero en la región de Puebla están los hojaldres y los tamales de ceniza con frijol de ayocote, el pipián verde con flores de zompantle y dulces típicos como el jamoncillo y las palanquetas. En el Festival de las Calaveras de Aguascalientes, en cambio, habrá que sentarnos en alguno de los puestos o locales a comer un buen pozole rojo, una birria o tacos de pollo con cueritos. Por su parte, en la Huasteca Potosina la tradición del Xantolo es tan esperada que son engordados gallinas, guajolotes y cerdos especialmente para estos días, y poco antes las familias se reúnen en la molienda de los granos de maíz y cacao, con los que se preparan los atoles de naranja o de piña y chocolate. Pero lo que sí resultaría realmente pecaminoso sería irse del Xantolo sin probar al menos un pedacito de zacahuil, esos enormes tamales para compartir, tan típicos de la región. con copal y se riega agua bendita sobre los pétalos de cempasúchil colocados en el suelo. Lo anterior dura una sola noche ya que a la mañana siguiente los deudos irán a ‘acompañar’ al muerto al cementerio, en una ceremonia donde se limpia y arregla la tumba con muchas flores y humo de copal.
Festival de las Calaveras
Esta fiesta incluye recorridos por panteones viejos, exhibiciones de pintura, fotografía, eventos musicales y exposición de altares. No se trata solamente de perpetuar la tradición: desde que fue inaugurado en 1994, se podría decir que es el festival mexicano más moderno en torno a la muerte, con una iconografía bien definida que gira en torno a la Catrina imaginada por el ilustre hidrocálido José Guadalupe Posada. Cada año la sede de este festival (la llamada Isla San Marcos) recibe a más de 800,000 visitantes y aquí la idea es divertirse, comer, visitar las exposiciones y esperar la gran cereza del pastel: un espectacular desfile que cruza la avenida Madero, conformado por carros alegóricos
y comparsas que cada año evolucionan con un tema distinto. Otro evento no menos llamativo es el famoso “Ilumínale los pies al muerto”, que consiste en un recorrido nocturno con dirección al Cerro del Muerto donde unas 3,000 personas se arman con apenas una linterna para subir a la capilla en las faldas del cerro, mientras son amenizadas por grupos musicales, de teatro y danza caracterizados como ‘catrinas’ en medio de la noche. Muchos jóvenes acampan para escuchar leyendas en la oscuridad y se unen a los cantos que celebran a la muerte aquella noche.
El Xantolo
La fiesta de los muertos en la Huasteca Potosina se llama “Xantolo”, término que según versiones oficiales proviene de la palabra en latín sanctorum (santo) combinada con el náhuatl olo, que significa “abundancia” –por lo que, si se hace una traducción menos literal, Xantolo podría significar algo así como “Todos los santos”–. En cada localidad se celebra de modo un tanto distinto (pues la Huasteca comprende el norte de Veracruz e Hidalgo, el sur de Tamaulipas y el oriente de San Luis Potosí), pero en casi todas las celebraciones persisten los bailes con máscaras de madera y la velación de las imágenes de los muertos durante una noche, en la que se aprovecha para rezar y convivir en un ambiente de carnaval solemne (si cabe el contradictorio término). Comunidades como la de los teenek celebran la permanencia del espíritu de los muertos en la Tierra durante todo el mes de noviembre, por lo que la comida y las flores son cambiadas hasta el último día de ese mes, cuando se les despide con siete sones dedicados a la muerte y que se aprovechan para hacer la Danza de la Malinche. Los altares de la Huasteca son un poco distintos a los del resto del país; llevan un arco de madera junto a una mesa con una vara en cada esquina que representan las cuatro etapas de la vida: infancia, adolescencia, adultez y vejez. Las puntas de esas varas se amarran para simbolizar el paso de los siete ríos mitológicos donde las almas son purificadas y toda la ofrenda se arregla con frutas, velas, aguardiente y pan; o, cuando se trata de honrar a los niños, dulces de calabaza y chocolates. El ciclo de la siembra se honra también con semillas de frijol y maíz, además de que se pone sal para los muertos no bautizados y agua para los que tienen una larga travesía. Uno de los lugares donde la tradición está más arraigada es Tanquián, en San Luis Potosí, junto con San Antonio, Tamazunchale y Huehuetlán, aunque la recomendación es visitar varios pueblos durante la temporada para comprobar la riqueza y variedad de esta fiesta que habla de los vivos tan elocuentemente como de los muertos.