Los maravillosos Universo mapas del José Gordon

George Smoot recibió el Premio Nobel de Física, en el año 2006, por trazar mapas que por primera vez nos dieron un atisbo del universo temprano, de lo que está a un pasito del Big Bang. Vernos en medio de esos mapas nos ubica en un contexto al que no estamos acostumbrados. Conversamos con Smoot sobre las implicaciones de esta mirada y su pasión por los mapas: desde los más antiguos hasta los más vanguardistas, desde los que nos trae la ciencia hasta los que nos brindan las novelas.

—Al hablar de los modelos, de los mapas del Universo que usted construye, eso influye en la forma que mira el mundo. Se dice que cuando Freud observaba la arquitectura de las casas victorianas dividida en ático, estancia y sótano, eso lo marcó en sus conceptos sobre la estructura de la mente: Yo, Superyó y Ello. ¿Qué perspectiva le dan los mapas del Universo que usted ve, aplicados a nuestros modelos cotidianos?

—Es una pregunta en dos partes. La primera es: ¿por qué hacemos mapas? ¿Por qué el mapa del genoma humano o el mapa del Universo caben en una hoja relativamente pequeña? Pues porque queríamos algo que pudiéramos sostener y ver para comprenderlo. El propósito de hacer un mapa es crear una forma para que los humanos entendamos algo, ponerlo de modo que veamos cómo encaja todo. A veces estudias por años una u otra faceta de algún tema y al final todo se ajusta. Es como la experiencia en una ciudad nueva: conoces un barrio y luego otro hasta que un día empiezas a ver cómo encaja todo. Sientes la ciudad en vez de los barrios. Sientes toda la textura de la ciudad.

Con los mapas intentamos mostrar las relaciones, la estructura, una forma de entender un mundo. Representarlo lo vuelve más fácil porque lo puedes ver. Recuerdo una historia sobre un joven cuyo padre había sido guía del Nilo por varios años. Llevaba a la gente a recorrerlo. Su hijo le enseñó un nuevo mapa que mostraba lo que estaba a lo largo del río. Él le dijo: “Ése no es el Nilo. Yo conozco cada recodo. Yo sé más detalles”. El joven intentó explicarle a su padre que eso era una representación del Nilo, no el Nilo.

Cuando hacemos mapas del genoma humano, cuando hacemos mapas de cristales o del Universo, los hacemos de forma que podamos entender; para que quien no es experto pueda ver cómo encaja todo en una imagen general. Intentamos hacer una representación del mundo real que incluye, por supuesto, todo el universo. A eso le llamamos mapas. Es la forma de meterlo en nuestra mente, que está diseñada para entender el mundo en cierto modo. Debemos ponerlo de forma que case con eso.

Si ustedes pasaran el día como yo, estudiando el Universo, empezarían a entender las cosas de manera distinta. Se acostumbrarían a las escalas pequeñas y grandes. Es muy difícil para la gente entender cuán insignificante es el hombre en la Tierra, y lo insignificante que es la Tierra en el Sistema Solar, y el Sistema Solar en la galaxia. La galaxia, a su vez, es insignificante comparada con los miles de millones de galaxias que hay. Y la parte del universo visible puede ser insignificante en el marco de todo el universo. Es muy difícil entender eso.

Cuando empiezas a estudiar los mapas del universo en el espacio y en el tiempo empiezas a darte cuenta de lo efímeros que son la vida y los seres humanos. Llevamos aquí apenas 2 millones de años. Parece mucho tiempo, pero el universo tiene 14,000 millones de años. Siete mil veces más de lo que llevamos los humanos. Imagínese algo siete mil veces más antiguo que uno mismo. ¿Cuánto es 7,000 veces más breve que una vida humana? Es como un año o algo así de toda tu vida de unos 70 años, digamos. Una fracción mínima, como una hora de tu vida, es el tiempo que llevamos los humanos en comparación con lo que lleva el Universo. E incluso eso es mucho, porque la sociedad moderna, la literatura, el conocimiento, aparecieron en los últimos 500 o 300 años, dependiendo del punto de vista. Así, se obtiene una perspectiva muy