Muy Interesante (México)

Las células olvidad

Detrás de nuestro cerebro social –el mismo que los humanos compartimo­s con los gorilas, bonobos, chimpancés, delfines, ballenas y elefantes– podría haber algo perfectame­nte tangible y real.

- Por Ángela Posada-Swafford

El otro día vi un viejo documental acerca de un grupo de elefantes africanos que adoptaron a un pequeño huérfano. Cuando el elefante bebé se cae dentro de una laguna, una de las matriarcas rápidament­e se mete allí dentro, seguida de otra. Junto con otras hembras en tierra, entre todas usan los colmillos, trompas y patas para liberar al pequeño del barro movedizo. Poco después, otro elefante humedece y luego aplana el piso de la ladera para construir una rampa que permita al joven salir por la ladera con sólo el orgullo magullado. Otro video muestra una escena casi idéntica, esta vez con humanos rescatando a un elefante miniatura.

Evaluar una situación de crisis y reaccionar rápidament­e para rescatar a otro es la esencia de un comportami­ento social extraordin­ariamente complejo y coordinado. Los seres humanos lo hacemos. Y al igual que los elefantes, otros mamíferos altamente sociables lo hacen también.

Por lo general, hablar de emociones, cooperació­n y vida social es referirse a algo etéreo, casi mágico y misterioso. Pero sucede que detrás de nuestro cerebro social –el mismo que los humanos compartimo­s con los gorilas, bonobos, chimpancés, delfines, ballenas y elefantes– podría haber algo perfectame­nte tangible y real, cuyo estudio está ganando cada vez más adeptos.

Ese ‘algo’ es un exquisitam­ente raro grupo de neuronas que hasta ahora únicamente han sido halladas en nuestra materia gris, y en aquella de los animales que son expertos en socializar, comunicar y cooperar – específica­mente los mamíferos mencionado­s–. ¿Podrían estas llamadas neuronas de von Economo, o neuronas en huso (por su forma alargada) realmente ser las responsabl­es de nuestra complicada inteligenc­ia social… y de la de aquellos otros animales?

Evolución del comportami­ento

Tal audaz hipótesis es el caballo de batalla del neurocient­ífico John Allman, del Instituto Tecnológic­o de California, Caltech. Allman lleva décadas comparando tejidos de los cerebros de la gente con aquellos de los mamíferos avanzados para aprender acerca de la evolución de su (y nuestro) comportami­ento. Si bien hasta hace poco la neurocienc­ia se resistía a atacar esta controvert­ida línea de investigac­ión, los estudios de Allman y de otros expertos intentan abrir esa puerta.

Hace 16 años el neuroanato­mista Patrick Hof, de la Facultad de Medicina del Monte Sinaí en Manhattan, EUA, trabajaba en muestras de cerebro humano provenient­es de una región llamada corteza anterior cingulada, cuando inesperada­mente encontró un

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