Sabías que...
vuelven genios creativos”, asegura Winner en una opinión en línea en la sección de debate de The New York Times, cuyo título es ilustrativo: “A menudo, los niños prodigio no crecen como adultos genio”. De ahí que la influencia de los padres sea más que significativa, pues aquellos que esperan que sus hijas o hijos se conviertan en estrellas cuando sean adultos, los presionan de tal manera que los niños terminan creyendo que su habilidad fue una especie de maldición; por el contrario, los padres para quienes la condición de sus hijos no determinará de manera definitiva su futuro, criarán hijos superdotados que pensarán que su extraordinaria habilidad habrá sido lo mejor que les pudo suceder. Al final “es imposible predecir el curso que tomará la vida de las personas”, dice Winner. En el diccionario podemos enterarnos que entre las acepciones de la palabra ‘genio’, se encuentra una divinidad de la mitología grecorromana “que presidía el nacimiento de cada individuo, vivía con él toda su vida y guiaba sus actos”. Gracias a él es que uno encontraba su fortuna y determinaba su personalidad; al final de la vida guiaba el alma a través del inframundo. Los pensadores de la Antigüedad, según cuenta Marjorie Garber en su artículo “Our Genius Problem”, creían que existían dos tipos de genio para cada persona, uno bueno y otro malo, que competían entre sí para influir en nuestras decisiones. Y es que las personas más inteligentes no necesariamente toman las mejores decisiones, ni la inteligencia es garantía de una conducta ética. Así, nuestros ‘genios’ podían llevarnos por la vida haciendo el bien o el mal según su influencia. Durante el Renacimiento y hasta bien entrado el siglo XVIII, explica Garber, ‘genio’ en el idioma inglés significaba ‘temperamento’. Sería el político y poeta inglés Joseph Addison quien en su ensayo “Sobre el genio” de Se calcula que 70% de la población tiene un coeficiente intelectual entre los 85 y 114 puntos, el margen normal para un individuo.
Dos genios
Los ‘genios’ eran divinidades que acompañaban a los individuos desde su nacimiento; formaban su carácter, guiaban su vida y sus actos.