Mitos y leyendas
Como el resto de las deidades egipcias, la señora de la guerra es un ente antropomorfo que presenta sorprendentes dualidades.
Sejmet, la diosa leona.
En diciembre de 2016 el Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto dio a conocer el descubrimiento de los restos de varias estatuas que representan a la diosa Sejmet, en el templo funerario de Amenhotep III. Estos vestigios se suman a muchos otros de esta deidad hallados en el mismo santuario en marzo de 2013 –por citar sólo los más recientes–. Tales hallazgos confirman la importancia de dicha divinidad en la gran civilización que surgió y se desarrolló en el delta del río Nilo.
El escenario de los descubrimientos ha sido el complejo fúnebre que ordenó construir para sí el faraón Amenhotep III (quien reinó de 1390-1353 a. C.), hace alrededor de 3,400 años, en la antigua ciudad de Tebas (hoy Lúxor), donde asimismo mandó esculpir y colocar cientos de esculturas de Sejmet. Según una versión, así rendía culto a la diosa egipcia de la guerra, a fin de que protegiera al reino de sus enemigos. De acuerdo con otro relato, el soberano sufría de un grave padecimiento del cual pretendía recuperarse con el favor de la deidad, también responsable tanto de las enfermedades y epidemias como de la sanación.
Fuerte y poderosa
El nombre de Sejmet significa “la más fuerte y poderosa” y proviene del vocablo egipcio sejem, que puede traducirse como “fuerza” y “poder”, ambos atributos inherentes a un guerrero. Aunque, como otras deidades del antiguo Egipto, simbolizaba mucho más con un carácter de dualidad: el combate y la defensa, la enfermedad y la curación, el amor y la venganza, la violencia y el amor maternal, el sol benefactor y el sol destructor, la protección de los justos y el sacrificio de los condenados.
Sus representaciones escultóricas muestran a una mujer con cabeza de león (leoncéfala), “un animal con una fuerte simbología en el antiguo Egipto, dado que se le relacionaba con el Sol, destacando por su carácter guerrero y creador […] Así portaba sobre la cabeza el disco solar y estaba vinculada de algún modo […] con la fertilidad”, describe Verónica Fernández García, investigadora de la Universidad de Oviedo, en España.
En su calidad de entidad antropomorfa, generalmente aparece de tamaño natural, sentada en un trono y acompañada de uno o más de los siguientes elementos: el uraeus (representación de Uadjet, la diosa cobra, protectora de la realeza), el anj (cruz ansada o “cruz egipcia”, símbolo del renacimiento e inmortalidad), el udjat (amuleto que representa al Ojo de Horus, el dios celeste) y el cetro con flor de loto, símbolo también de renacimiento. Como guerrera suele portar cuchillos o flechas en sus manos.
Hija del Sol
De acuerdo con la mitología egipcia, Sejmet era ante todo la deidad de la guerra, hija del supremo Ra, dios del Sol. Cuenta la leyenda que su padre, furioso contra los mortales por la falta de respeto y devoción hacia él, la envió a castigarlos; sin embargo, sedienta insaciable de sangre, Sejmet se excedió en el cumplimiento de su misión, al grado de casi provocar la extinción de la humanidad. Ni siquiera Ra parecía poder controlarla.
“Aun siendo tan poderoso, decidió no enfrentarse con su hija y urdió una estratagema para engañarla. La diosa estaba tan ávida de sangre humana que su padre llenó 7,000 jarras de cerveza de cebada tintadas con ocre rojo, que tomaron el aspecto de sangre, y las mandó vaciar en los campos que la diosa pretendía devastar al día siguiente. Ésta no distinguió la trampa y bebió tanta cerveza que cayó ebria y durmió un profundo sueño. Al despertar ya no recordó la misión por la que había sido enviada a la Tierra y regresó a casa, recobrando su naturaleza benevolente, y la humanidad pudo salvarse”, narra Antonio Luis Callejón Peláez en su ensayo El león: estudio iconográfico.
Otra versión del relato refiere que Ra envió a varios dioses para apaciguarla con música y baile, lo cual consiguieron, haciéndola volver al lado de su padre. De cualquier manera, inspirados en esta leyenda, los antiguos egipcios celebraban cada año el Festival de la Embriaguez, a fin de saciar a la sedienta Sejmet. La fiesta consistía en bailar y beber con exceso en su honor. Así no sólo aplacarían su ira contra los mortales, sino también la motivarían a ‘beberse’ el agua del Nilo teñida de rojo por el limo, salvándolos de las catastróficas inundaciones que anualmente los asolaban.
Más allá de este festejo anual, con el mismo propósito, los sacerdotes dedicados a la veneración de Sejmet le rendían tributo cotidianamente, incluso ofrendándole la sangre de animales sacrificados y teniendo leones vivos en los templos consagrados a su culto. El ritual solían llevarlo a cabo frente a una estatua diferente de la diosa cada día, mañana y tarde. De ahí la gran cantidad de figuras de ella descubiertas por los arqueólogos en ruinas del antiguo Egipto.
Hermana-esposa y madre
Además, Sejmet era hermana y esposa de Ptah, el dios creador, y madre de Nefertum, divinidad asociada al nacimiento del Sol. Con ambos conformaba la denominada Tríada de Menfis, ciudad que tutelaban y donde se les rendía la mayor devoción. En cuanto a la relación hermano-marital de Sejmet con Ptah, Fernández García explica que se trata de “un paralelo que nos lleva a pensar en las numerosas parejas que en el panteón egipcio estaban formadas por hermanos, como es el caso de Isis y Osiris,
un hecho que se verá reproducido por los faraones, sus representaciones terrenales, sin duda para probar su carácter vinculado con lo sagrado.”
Con respecto a Nefertum, el dios de la regeneración, el rejuvenecimiento y la renovación porta “características ligadas a la vida, herencia sin duda de su madre. Y esto es aún más irrebatible en tanto que en ocasiones era presentado como un hombre con cabeza de león, como Sejmet. Pero Nefertum sobresale por ser un dios con aspecto de niño, identificándose con el sol en su infancia, el nuevo sol, otra vez en relación con los atributos que representa su madre”, considera la autora del ensayo “Isis en el Mediterráneo antiguo: construcciones literarias del mito de de la diosa”.
Asimismo, en la mitología egipcia, Sejmet aparece asociada a otras divinidades. Una de ellas es Bastet, diosa de la armonía, la felicidad y la alegría, protectora del hogar y los hijos. En su iconografía es representada como un gato doméstico (considerado animal sagrado) o, antropomórficamente, como una mujer con rostro de felino. Según la leyenda, es la versión benévola de Sejmet y suele transformarse en ésta cuando se enfurece, y viceversa.
La otra deidad vinculada con la señora de la guerra es Hathor, diosa del amor, la danza, la música, y también de la alegría y la maternidad. Se le representa como una mujer con cuernos de vaca o como una res. De acuerdo con el mito, ella se transformó en la sangrienta Sejmet enviada por Ra para castigar a los mortales. Una vez de regreso de su misión, volvió a encarnar la benevolencia, como muestra fehaciente de esa dualidad característica de los dioses egipcios.