Cruz de olvido
Los mayas del siglo XIX practicaban una forma muy particular de cristianismo: si bien habían asimilado la mayor parte de los conceptos de la Iglesia, muchas de sus creencias y ritos personales estaban impregnados con el misticismo de sus antiguas leyendas. Ejemplo de lo anterior es la existencia de las llamadas cruces parlantes: éstas se erguían en santuarios en donde anteriormente habían estado los ídolos de piedra, y tenían la función de ser un vínculo real y efectivo con los poderes celestiales. En ese sentido, para los mayas era muy clara la relación que tenía la cruz de Cristo con la Gran Madre Ceiba ( Yaximin Che), árbol primordial con el que ellos representaban el AxisMundae, el eje del mundo, mismo que conectaba los niveles inferiores y superiores del Cosmos con la tierra. En ese sentido, Nelson Reed, en su libro LaguerradecastasenYucatán, explica: “[...] Además del guardián de su campo y su pueblo, cada hombre tenía su guardián individual. El macehual raramente podía permitirse una imagen, y una cruz era un sustituto fácil de hacer. Cada familia tenía su cruz personal, heredada por el hijo mayor y guardada en una choza aparte, un oratorio, porque era demasiado sagrada para que la vida cotidiana la profanara. Cada cruz estaba dedicada a un santo, o sencillamente a la “Santa Cruz”, porque todas tenían poderes inherentes y las diferentes cruces de igual nombre no tenían necesariamente igual santidad [...] Diversas cruces de familia lograron especial reputación a medida que se iban transmitiendo de generación en generación en una familia próspera.”
Además de ser jefes políticos y caciques, personas como Cecilio Chi o Jacinto Pet eran h-men, es decir, chamanes; su poder e investidura provenían tanto de su nombramiento como de su relación con los dioses. Las cruces parlantes se utilizaron desde antes de la guerra de castas como instrumentos de legitimación de poder; sin embargo, fue hasta la conflagración cuando estas reliquias adquirieron esta otra significación bélica.
Actualmente el culto a las cruces parlantes –o su variante, la de las cruces que escriben cartas– sigue vivo en las zonas aledañas a la ciudad de Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo.