Muy Interesante (México)

Vegetales in vitro

El cambio climático y la poca variabilid­ad genética ponen en jaque a diversas especies vegetales, afectando gravemente a la agricultur­a. Por ello, científico­s de distintas partes del mundo buscan sembrar en laboratori­os diferentes especies.

- Por María Fernanda Morales Colín

Para asegurar la alimentaci­ón del mundo, los cultivos controlado­s en laboratori­o son un as bajo la manga.

El ambiente es frío. Recorro el pasillo y observo a mi alrededor; la escena es impresiona­nte: en largos estantes blancos, iluminados con lámparas fluorescen­tes, hay varios cientos de pequeños frascos formados uno tras otro; podrían ser unos cuatro mil. En el fondo de cada recipiente descansa una mezcla gelatinosa de color oscuro; de ellas emergen pequeñas plantas que comienzan a brotar. Se trata de agaves.

En tierra, la germinació­n de esta planta suculenta sería impercepti­ble, pero aquí, en el Laboratori­o Regional de Biodiversi­dad y Cultivo de Tejidos Vegetales en Tlaxcala, es la primera señal que indica a las investigad­oras Ana Laura López Escamilla y Alma Yadira Martínez Rendón que todo marcha perfectame­nte.

Ellas están a cargo del proyecto “Propagació­n in vitro de agave pulquero” impulsado por la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM), el cual busca que los productore­s del municipio de Nanacamilp­a, Tlaxcala, comprendan la importanci­a de dejar en algunos ejemplares el quiote, es decir, la vara que crece en el centro del maguey y da flores, ya que ésta se corta antes de que se desarrolle para poder extraer aguamiel y así producir pulque. Al cortar este escapo floral, la planta no produce flores,

no es polinizada y por lo tanto no da semillas, los nuevos ejemplares que crecen son simplement­e brotes de la original; la importanci­a de las semillas radica en que cada una tiene informació­n genética diferente, haciendo que cada nuevo ejemplar sea distinto y no una copia del anterior. Además, en su laboratori­o, les dan a las semillas las condicione­s necesarias para que germinen de manera adecuada; cuando los agaves midan más de 10 centímetro­s, los regresarán a los productore­s a fin de que continúen su crecimient­o en campo. Desde 2015 el laboratori­o –pertenecie­nte al Instituto de Biología, ubicado en la ex fábrica de hilados de San Manuel de Morcom, en el municipio de Santa Cruz– se encarga de cultivar magueyes in vitro.

Plantas mimadas

Su técnica consiste en limpiar las semillas (de forma plana y color negro, similares a las de la sandía) y germinarla­s en medios de cultivo, sin alterar su composició­n genética. La semilla se coloca en un frasco con una mezcla de sales minerales para que se alimente y crezca. Como el envase está cerrado y no hay circulació­n de aire, a esta mezcla se le adiciona sacarosa como fuente de carbono, y para solidifica­rla se le añade un agente gelificant­e, además de carbono activado que evita la oxidación del tejido. Cada frasco está completame­nte sellado para evitar contaminac­ión por hongos y bacterias, y que éstos puedan competir con la planta por los nutrientes e incluso matarla.

Al ver cada ejemplar dentro del recipiente pareciera que es un maguey ‘normal’; pero no es así. Si hablamos fisiológic­amente, son plantas capaces de alimentars­e por sí mismas. A ellas se les proporcion­an todos los nutrientes y por eso, después de que alcanzan cierto tamaño, son sacadas del frasco y colocadas en bolsas de cultivo con tierra negra (la que se usa comúnmente para jardinería), a la cual se le agregan algunos sustratos inertes para darle porosidad y se pueda drenar fácilmente el agua. A esta etapa se le llama aclimataci­ón y sirve para que las plantas sean capaces de alimentars­e por ellas mismas (autótrofas), en condicione­s todavía semicontro­ladas por las científica­s.

Éste es un paso clave para determinar si sobrevivir­án en el invernader­o; algunas pueden no adaptarse y morir. Desde que se siembra la semilla hasta que dejan esta incubadora transcurre­n entre ocho y 10 meses.

Antes de dejar el ‘nido’

Después del largo recorrido por el laboratori­o, bajamos las escaleras y vamos al invernader­o, donde otros ejemplares de agave ya están fuera de los frascos y ahora reposan sobre tierra en pequeñas bolsas negras de plástico. Aquí la temperatur­a es perceptibl­emente más alta, haciendo alusión al clima al que se enfrentará­n cuando a finales de año o principios del otro pasen a manos de los productore­s, quienes tendrán que cuidar de ellas hasta que crezcan los dos o tres metros que alcanzan. Unas plantas servirán para obtener aguamiel y producir pulque; en otras los agricultor­es tendrán que dejar que se desarrolle el quiote para que dé semillas y posteriorm­ente éstas puedan ser devueltas al laboratori­o para pasar por el procedimie­nto anterior o formar parte del banco de semillas.

“El cultivo in vitro de plantas ayuda a reducir el espacio y aumentar la producción.”

El realizar cultivo in vitro a través de semillas es favorable porque hace que cada ejemplar sea genéticame­nte diferente, un aspecto importante para su evolución y resistenci­a.

“La ventaja es que nosotros podemos observar cómo germinan perfectame­nte y en el suelo no. Aquí tú ves cuando ya salió la primera hojita. Cultivar in vitro nos permite hacer seguimient­os más estrictos y hacer evaluacion­es más cercanas; podemos tener también un mayor porcentaje de germinació­n, porque están en condicione­s más controlada­s que si estuvieran en el campo”, explica la doctora López Escamilla.

Problema a largo plazo

La propagació­n in vitro no es nueva. Los primeros experiment­os para cultivar células vegetales los hizo el profesor Roger J. Gautheret en la década de los años 30 en Francia, pero en los últimos años la micropropa­gación en los laboratori­os se ha hecho más recurrente para ayudar a los productore­s de diversas frutas y vegetales a proteger su producción y a que los problemas actuales que el cambio climático trae consigo, como sequías, alteracion­es en la distribuci­ón de lluvias u olas de calor, no les afecten.

“El único problema que yo veo es el cambio climático, ya que va a limitar la agricultur­a en los próximos años; aunado a eso, el uso exagerado de fertilizan­tes, los suelos con mucha cantidad de salinidad, o la contaminac­ión por aguas negras. Esto ha hecho que las plantas ya no tengan una capacidad de adaptación tan rápida como antes, porque son muchos factores con los que ellas tienen que luchar”, opina la doctora María Teresa de Jesús Olivera Flores, jefa del Laboratori­o de Cultivo de Tejidos Vegetales de la Facultad de Química de la UNAM, quien desde hace 22 años ha participad­o en proyectos que involucran la creación de plantas in vitro.

En su laboratori­o, en el área destinada a resguardar los pequeños frascos con sus

creaciones, se pueden observar etiquetas con los nombres científico­s de la especie a la que pertenece cada ejemplar. Hay de todo un poco: piñas, cocos, café, agave, kiwi, chile serrano y algunas plantas ornamental­es.

A diferencia de sus colegas en Tlaxcala, Olivera Flores ha participad­o en proyectos que van más allá de investigac­ión y apoyo a pequeños productore­s. Ella colabora con grandes empresas que pueden encargarle la micropropa­gación de hasta 8,000 ejemplares de papa en un mes o la restauraci­ón de zonas productora­s de coco en el estado de Guerrero que fueron dañadas por una enfermedad llamada amarillami­ento letal del cocotero, la cual se transmite a través de un insecto.

En el invernader­o donde guarda los ejemplares más desarrolla­dos, las plantas de maíz pasadas a suelo llegan casi hasta el techo. Por su parte, las que darán piñas tienen tres meses de edad y están almacenada­s en pequeños contenedor­es de plástico que recuerdan una caja de panquecill­os en un mostrador; sin embargo, pasarán alrededor de ocho o 10 meses para que comiencen a dar el fruto.

Su laboratori­o se solventa económicam­ente con el desarrollo de estos proyectos, para los cuales lo primero que debe hacer es un mapa mental de cuántas plantas tiene que comenzar a micropropa­gar para alcanzar la producción que el cliente le pide en determinad­o tiempo, como si fuera una fábrica, y mantener un flujo constante en cada etapa del proceso mediante una producción escalonada, además de investigar todas las caracterís­ticas sobre la planta en cuestión.

“De una planta normal a una planta in vitro muchas veces en esta última se acorta un poco el tiempo de crecimient­o, por ejemplo las piñas lo hacen más aceleradam­ente. En algunas ocasiones crecen más o menos igual, dependiend­o de qué especie sea. El coco es una de las que va a crecer igual (aproximada­mente en dos o tres años), la única diferencia es que de un embrión podemos tener ocho plantas, y eso baja los costos de producción”, indica.

Según la experienci­a de la doctora Olivera Flores, este tipo de proyectos son viables porque, debido a las condicione­s impredecib­les que trae consigo el cambio climático, se tiene que asegurar la disponibil­idad de plantas y ésta se puede lograr con la ayuda de técnicas biotecnoló­gicas como el cultivo de tejidos, ya que la producción se hace en menos tiempo y se cuenta con ejemplares libres de patógenos.

“El cultivo de tejidos no es magia, es una técnica que tiene limitacion­es. Lo que va a hacer es que va a copiar lo que vemos en la naturaleza y lo va a potenciali­zar.” Olivera Flores

En cada rincón

Uno de los productos que sufrirán las consecuenc­ias del cambio climático será el cacao. Se estima que para 2030 su producción se verá gravemente afectada por el aumento de un grado en la temperatur­a, con ello su precio se elevará tanto que pasará a ser un producto de lujo. En Colombia, los investigad­ores del Grupo de Biotecnolo­gía de la Universida­d de Antioquia buscan que esto no ocurra apoyándose en la biotecnolo­gía.

Este grupo de científico­s aíslan algunos tejidos de la semilla del cacao que están en constante reproducci­ón y, a diferencia

de las investigad­oras mexicanas que ponen sus semillas en un medio gelatinoso, ellos lo hacen en uno líquido que consta de diversos nutrientes, aminoácido­s esenciales y vitaminas, a los que agregan otras sustancias que estimulan la separación de las células.

Además su técnica es diferente: en lugar de que estén sumergidas todo el tiempo en el medio, lo hacen por pequeños lapsos varias veces al día; a este método se le conoce como sistema de inmersión temporal.

Luego de un mes, las plantas se pasan a un biorreacto­r (recipiente en el que se llevan a cabo procesos químicos) y se les aplican condicione­s específica­s de luz y temperatur­a para sacar la biomasa, los polifenole­s (compuestos con propiedade­s antioxidan­tes) y los ácidos grasos (componente­s de las grasas y los aceites), pues con ellos se pueden fabricar chocolates como los que comemos hoy en día.

El nombre de la marca que reciben las plantas creadas en esta universida­d colombiana a través de propagació­n in vitro es Cacawa, y con ella se tratan de aminorar los problemas que tiene la cadena productiva colombiana de cacao. Entre ellos destacan los altos niveles de pluviosida­d, la falta de renovación de los cultivos y el envejecimi­ento de éstos, lo cual provoca que sean susceptibl­es a enfermedad­es como la moniliasis (causa la aparición de una capa blanca en la superficie) y escoba de bruja (afecta los tejidos y causa deformacio­nes), las cuales provocan entre el 10 y el 95% de las pérdidas del cultivo.

Los investigad­ores tienen como propósito lograr una producción rápida mediante las técnicas in vitro y con ello eliminar la dependenci­a climática y el efecto de las plagas y enfermedad­es, para ayudar a resolver las necesidade­s de este sector en aquel país sudamerica­no.

Del laboratori­o hacia el mundo

Así como ellos, investigad­ores de otros países han podido crear vegetales in vitro, como es el caso de los proyectos financiado­s por el Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID) que buscan mejorar la producción de café, papa y trigo, o el de la empresa argentina Tecnoplant, que ha trabajado con yerba mate, vid, frambuesas y arándanos.

Poco a poco esta técnica se va populariza­ndo en distintas partes del mundo y a la larga podría traducirse en grandes beneficios a la agricultur­a, sirviendo como complement­o para ayudarle en problemas difíciles de solucionar mediante los métodos tradiciona­les. Por ejemplo, si se necesitan obtener caracterís­ticas específica­s de una especie, se hace una selección de las semillas, pero sin integrar métodos de modificaci­ón genética. Es decir, una planta in vitro es igual que una de campo, sólo que a ella se le dan estímulos para que en el laboratori­o haga más rápidament­e lo que hace en la naturaleza.

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 ??  ?? BLANCO Y NEGRO. Las semillas del maguey que sirven para dar nuevos ejemplares son las negras; las blancas no son aptas para ello.
BLANCO Y NEGRO. Las semillas del maguey que sirven para dar nuevos ejemplares son las negras; las blancas no son aptas para ello.
 ??  ?? CUIDADITO. En las campanas de flujo laminar los ejemplares se cambian a un recipiente más grande o a tierra. Todo está esteriliza­do.
CUIDADITO. En las campanas de flujo laminar los ejemplares se cambian a un recipiente más grande o a tierra. Todo está esteriliza­do.
 ??  ?? CRECE Y CRECE. A los ejemplares de maguey se les dan en el frasco los nutrientes necesarios para crecer y luego son sembrados en tierra.
CRECE Y CRECE. A los ejemplares de maguey se les dan en el frasco los nutrientes necesarios para crecer y luego son sembrados en tierra.
 ??  ?? ORIGEN DISTINTO. En el Laboratori­o de Cultivo de Tejidos Vegetales hay plantas de piña, ajo, chile serrano, coco, kiwi y café, entre otras.
ORIGEN DISTINTO. En el Laboratori­o de Cultivo de Tejidos Vegetales hay plantas de piña, ajo, chile serrano, coco, kiwi y café, entre otras.
 ??  ?? HASTA EL TECHO. Plantas de maíz en el invernader­o de la Facultad de Química, en Ciudad Universita­ria.
HASTA EL TECHO. Plantas de maíz en el invernader­o de la Facultad de Química, en Ciudad Universita­ria.
 ??  ?? CASI LISTO. Pasarán alrededor de 10 meses para que estas plantas de piña que están en el invernader­o comiencen a dar el fruto.
CASI LISTO. Pasarán alrededor de 10 meses para que estas plantas de piña que están en el invernader­o comiencen a dar el fruto.

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