¿A qué huele el pasado?
Cuando entras a una librería de viejo, te recibe el aroma particular que desprende el papel impreso almacenado. Si desde una perspectiva arqueológica se trata de evidencia física del pasado, ¿el olor tan particular que desprenden los libros debe ser considerado ‘herencia cultural’? Esta pregunta es la base del estudio realizado por las investigadoras Cecilia Bembibre y Matija Strlič, del Instituto de Herencia Sustentable del University College London. Para tener una manera de documentar los olores característicos de los libros antiguos, han creado la ‘Rueda de olor del libro histórico’, una herramienta que clasifica las propiedades químicas y sensoriales de los aromas producidos por los compuestos orgánicos volátiles que son desprendidos.
La primera parte consistió en recabar los resultados de análisis químicos de aromas encontrados en la biblioteca de la Catedral de San Pablo en Londres, y muestras de papel antiguo, en los que se encontraron 17 compuestos distintos con sus respectivos aromas aislados. Después se pidió a 79 asistentes voluntarios del Museo y Galería de Arte de Birmingham que contestaran un cuestionario sobre las características sensoriales de los olores que percibían en museos y bibliotecas. Con estos datos, se crearon ocho categorías principales, cada una con sus respectivas subdivisiones: 1. Terroso/mohoso; 2. Leñoso/madera; 3. Ahumado/quemado; 4. Fragancias/vegetales/frutales/flores; 5. Medicinal; 6. Pescado/podrido; 7. Dulce/especias; 8. Químico/hidrocarburos.
Esta herramienta servirá como base para lanzar una propuesta a la UNESCO a fin de que se reconozcan ciertos aromas como Patrimonio Intangible de la Humanidad.