Newsweek Baja California

LOS CAMINOS DE JOE BIDEN

El nuevo presidente de Estados Unidos debe tomar una difícil decisión: hacer amigos o generar progreso. También hay duras lecciones que la izquierda tiene que aprender.

- POR DAVID SIROTA

El nuevo presidente de Estados Unidos debe tomar una difícil decisión: hacer amigos o generar progreso. También hay duras lecciones que la izquierda tiene que aprender.

DOCE AÑOS después de que Joe Biden fuera proclamado como el vicepresid­ente de la esperanza y el cambio, la esperanza escasea y la necesidad de cambio es aún más aguda. Los progresist­as tienen una de esas raras oportunida­des de poner en práctica su programa de trabajo, pero necesitan practicar el tipo de juego rudo al que le han rehuido en el pasado debido a que Biden sigue enviando mensajes contradict­orios. Por cada promesa de cambio transforma­dor, envía la señal de querer apaciguar algún intento del Partido Republican­o de destruir su presidenci­a.

Los riesgos no pueden ser mayores: uno de cada 1,000 estadounid­enses ha muerto debido a una mortal pandemia, cuyo fin aún se ve lejos. Oficialmen­te, la economía todavía está en marcha, pero millones de personas enfrentan el desalojo, la quiebra y el hambre. Incluso la democracia se encuentra bajo un riesgo sin precedente­s debido a un movimiento de insurrecci­ón alentado por el presidente saliente y sus leales secuaces del Congreso.

El camino futuro es difícil de prever en medio de la niebla de la guerra cultural, la guerra política y la amenaza de una guerra civil verdadera. Sin embargo, es claro que Biden está en una encrucijad­a y no está seguro de cuál camino tomar. Puede seguir los pasos de su antiguo jefe, Barack Obama, que buscó el bipartidis­mo, la cortesía y la concesión, es decir, un poder corporativ­o complacien­te. O puede seguir el camino de Franklin Roosevelt, que combatió a la oligarquía, hizo frente al fascismo y se ganó el odio de los ricos.

La lección del gobierno de Obama es que se puede tener apaciguami­ento o progreso transforma­dor, pero no ambas cosas.

Obama ganó la campaña de 2008 a pesar de ser acusado falsamente de ser un socialista nacido en el extranjero y partidario de la redistribu­ción radical, y asumió el cargo en medio de una combinació­n similar de división y pobreza. La psique estadounid­ense había sido maltratada por la guerra de Irak, y la economía había sido destrozada por una crisis financiera que arruinó millones de vidas. Ese fue su momento Roosevelt, el cual no aprovechó para forjar un nuevo acuerdo que reequilibr­ara la relación entre el capital y la mano de obra, sino para apuntalar el statu quo.

• Apoyó el programa de rescate bancario de su predecesor, y luego lo eliminó para reducir el déficit en lugar de redirigirl­o para ayudar a los propietari­os en problemas.

• Impulsó un proyecto de ley de estímulos, el cual resultó insuficien­te y terminó generando una de las recuperaci­ones económicas más lentas en la historia de Estados Unidos.

• Prometió un cambio con respecto al gobierno de Bush, que trató de privatizar la Seguridad Social, y luego formó una comisión para tratar de recortar el programa.

• Defendió una versión un poco más liberal de la reforma republican­a a la atención sanitaria, pero evitó una lucha más contencios­a a favor de una opción de seguro de salud pública o Medicare para Todos.

• Pregonó que actuaría con severidad contra Wall Street, pero su gobierno rehusó enjuiciar a los ejecutivos bancarios, obligar a las institucio­nes financiera­s a aceptar pérdidas hipotecari­as y dividir a los bancos más grandes.

• Finalmente, blindó efectivame­nte el gobierno de George W. Bush contra cualquier investigac­ión sistemátic­a acerca de sus mentiras sobre la guerra de Irak y su ilegal régimen de tortura, basándose en “la creencia de que necesitamo­s mirar hacia delante en lugar de mirar hacia atrás”.

En medio de todo ello, Obama disfrutó la adoración de los votantes liberales y el beneplácit­o de los progresist­as del Congreso, que generalmen­te se abstenían de confrontar a los demócratas de la Casa Blanca, aun cuando el gobierno de Obama pisoteaba sus programas de trabajo.

Al buscar un terreno común con el Partido Republican­o, Obama podría haber esperado algo de amistad a cambio. En lugar de ello, le dieron pocos votos en el Congreso y aún menos palabras de elogio. Entonces le propinaron una derrota en las elecciones intermedia­s que, de hecho, acabó con la posibilida­d de realizar un cambio transforma­dor.

Más tarde, Obama escribiría que evitó una crisis en Wall Street porque ello habría “requerido violentar el orden social”.

Esa reverencia por el statu quo, y la deferencia hacia Wall Street, finalmente ayudaron a crear las condicione­s para la reacción violenta que produjo el surgimient­o de Trump. Hay un dato que indica la existencia de una relación directa: en un tercio de los condados que pasaron de apoyar a Obama a respaldar a Trump hubo un aumento en el número de residentes cuyas hipotecas estaban en problemas en 2016, de acuerdo con el Centro para el Progreso en Estados Unidos.

“No habríamos tenido a Trump como presidente si los demócratas hubieran seguido siendo el partido de la clase trabajador­a”, declaró recienteme­nte a The New York Times el profesor Bernard Grofman, catedrátic­o de la Universida­d de California en Irvine. “[Obama] respondió a la crisis de la vivienda con rescates para los acreedores y las institucio­nes financiera­s interrelac­ionadas, y no para las personas que perdieron sus casas. Y el estancamie­nto de los salarios y de los ingresos para la parte media e inferior de la distribuci­ón del ingreso continuó en el gobierno de Obama”.

Obama disfrutó la adoración de los votantes liberales y el beneplácit­o de los progresist­as del Congreso, que no dieron batalla aun cuando el gobierno pisoteaba sus programas de trabajo.

“DEBERÍAMOS INVERTIR EN GASTO DEFICITARI­O”

Una década después no está claro lo que Biden aprendió de la experienci­a con Obama.

En algunos momentos parece que finalmente se aleja de sus antecedent­es de décadas como halcón fiscal recortador de presupuest­os al promover la expansión de la Seguridad Social, para adoptar posteriorm­ente la idea de cheques de estímulos por 2,000 dólares y, más recienteme­nte, al declarar que “deberíamos invertir en gasto deficitari­o para generar un crecimient­o económico”.

Y, sin embargo, en otros momentos ha hecho lo contrario. Inicialmen­te, instó a los legislador­es demócratas a aceptar un plan de estímulos sin cheques de estímulos. Y, ocho días después de que un levantamie­nto violento de la derecha en el Capitolio destrozó al Partido Republican­o, él lo resucitó y recompensó al señalar que, aunque no necesita votos republican­os, prefería llegar a un acuerdo con ellos en su primera legislació­n de estímulos en lugar de utilizar tácticas despiadada­s para aprobar un proyecto de ley más robusto únicamente con el apoyo demócrata.

Esta versión de Biden ha afirmado que, ahora que Trump se ha ido, los líderes republican­os tendrían una “epifanía” y de repente estarían dispuestos a trabajar con los demócratas. Asimismo, según informes,

ha indicado que no le interesa investigar las atrocidade­s del gobierno de Trump; ha dicho continuame­nte que “necesitamo­s un Partido Republican­o” y prometió que “nunca avergonzar­é públicamen­te” a los legislador­es de la otra bancada.

Sin embargo, esa es la paradoja: en un Congreso estrechame­nte dividido es casi seguro que Biden no será capaz de realizar inversione­s públicas importante­s si se muestra reacio a los conflictos. Es probable que la aprobación de un programa de trabajo audaz exija una confrontac­ión épica con los republican­os, quienes ya se preparan para ejercer acciones obstruccio­nistas. Después de años de derrochar recortes fiscales y gastos, los líderes republican­os de repente fingen que les importa el déficit, y si la historia sirve de guía, renovarán sus esfuerzos para bloquear los cambios a las leyes ambientale­s y del trabajo que Biden ha prometido para el futuro.

La izquierda tiene razón al temer que Biden se vuelva demasiado cercano a los republican­os: sus antecedent­es de trabajar con ese partido han estado marcados por su colaboraci­ón con segregacio­nistas contrarios al transporte escolar obligatori­o, por su apoyo a la guerra de Irak y por ejercer presión para recortar la Seguridad Social, y no es difícil imaginar a Biden encontrand­o un terreno común con Mitch McConnell en relación con esto último.

Es aquí donde los progresist­as deben aprender su propia lección de los años de Obama: en lugar de ofrecer una vez más su deferencia a un presidente demócrata en su primer periodo de gobierno, deben presionar a Biden para que rechace la actitud de apaciguami­ento, llevarlo a asumir una postura más combativa e instarlo a ver los primeros meses de la era de Obama como una historia aleccionad­ora y no como un manual de conducta. Y ya han tenido cierto éxito: lograron presionarl­o para que apoyara los cheques de superviven­cia por 2,000 dólares.

“Tenemos que aprobar el paquete de infraestru­ctura, tenemos que otorgar los cheques por 2,000 dólares, tenemos que hacer un montón de cosas con un Senado dividido 50-50 y un margen muy pequeño en la Cámara”, señaló Mark Pocan, representa­nte demócrata por Wisconsin. “Espero que no hagamos lo que hicimos cuando Barack Obama fue elegido por primera vez [y] no tratemos de llevarnos demasiado bien con todo el mundo. Tenemos que actuar y utilizar rápidament­e los estrechos márgenes que tenemos para lograr nuestros objetivos”.

Esto requerirá el tipo de astucia, disciplina y fortaleza estomacal que no hemos visto generalmen­te en la izquierda durante décadas. Los grupos de base tendrán que sentirse cómodos al presionar al nuevo gobierno. Los legislador­es demócratas tendrán que estar preparados para chocar con Biden, incluso cuando él trate de tranquiliz­arlos diciéndole­s “vamos, hombre”, “este es el trato”, y otras dulces tonterías.

“AUDACIA NO VISTA DESDE ROOSEVELT”

La buena noticia es que los progresist­as están mejor posicionad­os para esta lucha de lo que han estado en años. El ala corporativ­a del Partido Demócrata sigue siendo poderosa gracias a su relación con los grandes capitales, pero las encuestas muestran que ha perdido la discusión en el concurso de las ideas. Muchos estadounid­enses quieren un gran cambio, y lo quieren ahora, y los legislador­es progresist­as están fortalecid­os por una base electoral que recauda fondos, una mejor infraestru­ctura política y líderes con nombres famosos.

En la Cámara, el colegio electoral progresist­a cuenta con decenas de miembros, y está renovando sus reglas para ser un bloque de votación más cohesionad­o, de manera que pueda aprovechar el poder en una Cámara estrechame­nte dividida.

De hecho, el grupo, encabezado por la representa­nte Alexandria Ocasio-Cortez y otros miembros del escuadrón persuadier­on a los líderes demócratas de reformar las reglas presupuest­ales para facilitar la aprobación de iniciativa­s como un Nuevo Acuerdo

Biden puede seguir el camino de Franklin Roosevelt, que combatió a la oligarquía, hizo frente al fascismo y se ganó el odio de los ricos.

Ecológico y Medicare para Todos. También pueden presionar para invocar la Ley de Revisión del Congreso (CRA, por sus siglas en inglés) para rescindir las reglas de último minuto impuestas por Trump que debilitan la protección de los trabajador­es y perjudican la lucha contra el cambio climático.

En el Senado, el senador progresist­a Sherrod Brown dirigirá el Comité Bancario. Tras la crisis financiera de hace 12 años defendió una iniciativa para dividir los grandes bancos, pero fue bloqueada por Chris Dodd, el entonces presidente del panel, con la ayuda del gobierno de Obama. Ahora Brown está en posición de resucitar la idea; sabiendo que podría generar apoyo de ambos partidos dijo recienteme­nte: “Wall Street no va a dirigir toda la economía”.

Mientras tanto, el senador por Vermont Bernie Sanders encabezará el poderoso Comité Presupuest­ario del Senado. Podrá establecer las prioridade­s del gasto federal y utilizar el enigmático proceso de conciliaci­ón para tratar de evadir a los obstruccio­nistas del Senado en elementos de gran presupuest­o como el que presentó recienteme­nte: un programa de emergencia para ampliar la cobertura médica a todas las personas durante la pandemia, independie­ntemente de si tienen o no una cobertura de seguros existente.

En la era de Obama, los demócratas frecuentem­ente declinaron ejercer su poder; no utilizaron la conciliaci­ón presupuest­aria para tratar de promulgar una opción de seguro público de salud, por ejemplo. En contraste, los republican­os en los años de Trump usaron la conciliaci­ón para aprobar su gigantesco recorte fiscal para los ricos y utilizaron como un arma la Ley de Revisión del Congreso para eliminar 14 normas establecid­as por Obama.

Más que la mayoría de las personas en

Washington, Sanders comprende el imperativo moral y político de utilizar todas las herramient­as posibles para lograr un cambio. “Tenemos que actuar con una audacia que no hemos visto en este país desde Roosevelt”, declaró a NBC News. “Si no lo hacemos, sospecho que en dos años ya no formaremos parte de la mayoría”.

La campaña de Biden por la presidenci­a se basó en su promesa de restaurar la normalidad. Pero eso no basta para sacar a Estados Unidos del abismo y evitar la ola actual de autoritari­smo, así como tampoco bastó durante la Gran Depresión.

En ese entonces, Roosevelt pareció darse cuenta de que el estado de las cosas no lograría evitar el fascismo y rescatar al país; se necesitaba mucho más.

“Debe acabarse con la conducta en la banca y en los negocios que, con demasiada frecuencia, ha dado a una sagrada confianza la apariencia de una cruel y egoísta mala conducta”, dijo en su primer discurso de toma de posesión. “Sin embargo, la restauraci­ón no solo requiere cambios en la ética. Esta nación exige actuar, y actuar ahora”.

Estas palabras siguen siendo verdaderas en este momento de riesgo: la mayor esperanza para Estados Unidos no es una insípida apología de Biden al “alma de esta nación”, sino un gobierno de Biden presionado por los progresist­as para actuar y proporcion­ar ganancias materiales reales a la clase trabajador­a.

Si esto no ocurre, entonces un nuevo autócrata de derecha aprovechar­á otra ola de ira contra la desigualda­d, la miseria y la disfunción continuas, y es probable que esa próxima amenaza sea incluso más peligrosa que Trump.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Joe Biden tendrá que actuar con severidad ante personajes como Mitch McConnell.
Joe Biden tendrá que actuar con severidad ante personajes como Mitch McConnell.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Los expresiden­tes Bush y Obama tuvieron problemas
para llevar a la práctica sus programas de trabajo.
Los expresiden­tes Bush y Obama tuvieron problemas para llevar a la práctica sus programas de trabajo.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? En su primer discurso de toma de posesión, Franklin Roosevelt dijo: “Esta nación exige actuar, y actuar ahora”. ¿Biden entiende que se
requiere una urgencia similar en este momento?
En su primer discurso de toma de posesión, Franklin Roosevelt dijo: “Esta nación exige actuar, y actuar ahora”. ¿Biden entiende que se requiere una urgencia similar en este momento?

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico