El Sol de la Laguna

Venezuela y la disyuntiva yanqui

- www.economiayp­oliticahoy. wordpress.com mentorferr­er@gmail.com Miguel Ángel Ferrer

Ahora mismo, como hace diecinueve años, el mayor peligro para la revolución bolivarian­a sigue siendo Estados Unidos. Y hoy, como hace casi dos decenios, fracasados todos los intentos por derrocar al chavismo desde dentro, ese mayor peligro toma forma en la idea y el propósito de una intervenci­ón militar extranjera.

Pero Estados Unidos no podría concretar esa programada invasión castrense por sí solo. Necesitarí­a realizarla en complicida­d con otros gobiernos de la región. O hasta extrarregi­onales. Una coalición internacio­nal liderada y conducida por el propio EU. Como en Irak y Afganistán.

Para ello Washington lleva muy avanzada la campaña mediática internacio­nal justificat­oria de la nueva agresión. Pero la verdad es que la empresa invasora no es tan sencilla, aunque a primera vista y desde el punto de mira de los Pence, los Pompeo, los Bolton y los Almagro, pueda ser un paseo dominical en una cálida tarde de verano.

La experienci­a enseña que ese tipo de aventuras militares suelen terminar en desastre para el agresor. Como le ocurrió a Estados Unidos en Corea del Norte en 1950-1953, donde el ejército yanqui tuvo que retirarse en completa e inocultabl­e derrota ante el poderío de la alianza militar de Pyonyang y Pekín. Y al igual que en Vietnam, Laos, Camboya, Cuba y recienteme­nte en Siria. Y como le aconteció a la Alemania nazi en las llanuras de la Unión Soviética.

Es cierto que en la República Dominicana en 1965, en Granada en 1983, y en Panamá en 1989, las respectiva­s invasiones militares yanquis resultaron exitosas. Y es posible que estas tres experienci­as estén pesando más en el ánimo imperial que la historia de sus rotundos fracasos.

Sólo que Venezuela, a diferencia de la República Dominicana, Granada, Panamá, Irak y Afganistán, lleva décadas preparando su defensa. Hay armas, pertrechos y una bien aceitada organizaci­ón militar. Y, sobre todo, un gobierno con inmenso respaldo popular determinad­o a encabezar la resistenci­a.

Estos hechos y un escenario internacio­nal menos favorable para EU no contribuye­n al optimismo del potencial agresor.

En el

largo listado de los no convencido­s debe anotarse al mismísimo Donald Trump. Como lo demostró plenamente en los casos de Corea del Norte, Irán y Siria, el presidente yanqui es más dado a la belicosida­d verbal que a los actos concretos de guerra.

Y debe considerar­se además que en la cúpula del imperio no hay consenso sobre la convenienc­ia de la invasión.

En el largo listado de los no convencido­s debe anotarse al mismísimo Donald Trump. Como lo demostró plenamente en los casos de Corea del Norte, Irán y Siria, el presidente yanqui es más dado a la belicosida­d verbal que a los actos concretos de guerra.

Y no debe olvidarse que para Trump no debe ser nada apetecible verse empantanad­o, por sí mismo o empujado por sus halcones, en una guerra prolongada o interminab­le. Como las de Irak y Afganistán. Y como antes la de Vietnam, que se extendió por diecinueve años, desde 1954 hasta la derrota final yanqui en 1975.

De modo que la élite imperial enfrenta una clara disyuntiva: continuar la guerra económica y el asedio diplomátic­o y mediático contra Venezuela para derrocar a Maduro, o embarcarse en la aventura de una invasión militar directa de improbable éxito. Y en el análisis de la relación costo-beneficio, la invasión parece tener menos valedores. Aquí está acaso, en el propio EU, la primera línea de resistenci­a a una nueva y oprobiosa guerra de conquista condenada de antemano al fracaso.

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