El corazón de la marginalidad
Además de evitar radiación solar, las pérgolas crean un juego estético de luces y sombras naturales, incorporan vegetación que reduce temperatura por humedad y captan lluvia para riego, que se suma a la planta de tratamiento.
Con una arquitectura sencilla, el Macrocentro Comunitario San Bernabé cambió la vida urbana en zonas delictivas en Monterrey.
A ocho meses de inaugurado, el Macrocentro Comunitario Cultural y Deportivo San Bernabé atiende a por lo menos 3,000 personas de Monterrey cada día.
El Barrio de San Bernabé está entre las zonas marginales de Monterrey que padecen deficiencia en los servicios básicos y que reportan índices delictivos importantes. Ahí fue inaugurado en septiembre de 2014 el centro comunitario más grande de todo el país, de 3.6 hectáreas, que en su interior integra servicios de salud, educación, capacitación, recreación y deporte, y que destaca por sus cualidades arquitectónicas, que ahora atraen a miles de personas.
Además de la marginación y la delincuencia, la historia de este lugar implica una exigencia social de salubridad. Las colonias de la zona norponiente cohabitaron hasta hace un par de años con una planta de procesamiento de basura que rebasó su capacidad y que constituía un foco de infección. Los vecinos pugnaron por reubicar la planta, por lo que las autoridades la desmantelaron y crearon este centro.
El diseño arquitectónico, a cargo del despacho barcelonés Pich Architects, fue una donación de CEMEX a la Secretaría de Desarrollo Social, responsable de su operación. El mayor reto, fue un presupuesto reduci- do, de 120 millones de pesos (mdp). A ello se sumó tener que resolver las exigencias climáticas de la región y las necesidades de infraestructura planteadas para fungir como un espacio público favorecedor de la integración comunitaria.
En busca de un espacio público
Con dos años de residencia en México, el arquitecto Joan Maria Freixes, de Pich Architects, comenta a Obras que tuvieron “la voluntad de que el proyecto se integrara al barrio y no resultara fuera de contexto”; optaron por “una arquitectura mexicana en su volumetría y colores en concordancia con las casas de las colonias”.
Este lugar ya es una edificación insignia donde sobresale un horizonte amplio, con el Cerro de la Silla al fondo, y también surge con la vocación de ejercer como un espacio público controlado y seguro “algo que no existía antes”, dice.
El inicio fue un estudio del entramado urbano, la relación del sector San Bernabé con la Zona Metropolitana de Monterrey y las condiciones de clima, así como un diálogo con las autoridades para entender las necesidades de los usuarios.
El resultado es lo que Pich Architects denomina un “edificio- calle”, ya que extiende la conformación ortogonal de las calles aledañas y provee una vía principal, “a fin de prolongar los recorridos cotidianos de los habitantes y darle prioridad frente al tráfico rodado”, la que además se enarbola como “corazón del proyecto”, detalla el arquitecto.
En 6,425 m2 de construcción, 15 edificios están dispuestos en tres plataformas conectadas por rampas de acceso, evitando escaleras o elevadores para asegurar la accesibilidad a todo público.
Con una inversión estimada en más de 120 mdp, este lugar beneficia a 200,000 personas que, de acuerdo con datos oficiales, viven en “pobreza moderada y padecen rezagos que mutilan sus oportunidades, en especial las de los jóvenes”.
Innovaciones
Debido a las condiciones climáticas del lugar, la arquitectura enfrenta condicionantes como grandes saltos térmicos, radiación solar y lluvias. Por ello fue dispuesto un conjunto de sistemas bioclimáticos que hacen más eficientes los recursos, y maquinaria convencional como una dotación complementaria, para atender las puntas térmicas extremas a lo largo del año.
Una primera medida fue la creación de plazas cubiertas o pergoladas, donde son realizadas actividades vinculadas a los edificios asociados, como la Plaza de
las Artes o la Plaza de la Salud. El Macrocentro puede ser recorrido en su totalidad bajo cubierta reduciendo el impacto solar.
Las pérgolas están hechas con jácenas vivas de hormigón prefabricado en forma de ‘v’. También se cuenta con jácenas solares térmicas para la producción in situ del agua caliente requerida, y con jácenas solares fotovoltaicas para alimentar la red de iluminación exterior de bajo consumo.
También fue dispuesta protección solar para los interiores con un sistema de aislamiento continuo por la cara exterior.
Para efectos lumínicos también hay áreas donde se colocaron domos, para que no sea necesaria la iluminación artificial, pero sin que entre el sol de forma directa.
Para todos
Como parte de los estudios previos y paralelos a la obra, las autoridades se percataron de la existencia de varios menores con discapacidades y de una población adulta mayor, ambos con necesidades especiales,
por lo que este centro comunitario es el primero en tener una unidad de rehabilitación y terapia física. De ahí la importancia de las rampas y la segmentación de zonas para usos distintos, desde juegos infantiles hasta zonas para practicar deportes como futbol, basquetbol, taekwondo, boxeo y lucha libre, entre otros.
El Macrocentro también integra, entre otros servicios, una biblioteca, una sala de proyección, un módulo interactivo de comunicación, un Centro de Atención Primaria en Adicciones (CAPA), un plantel del Conalep, un módulo del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA), un aula robótica de Lego, un aula educativa virtual operada por la Universidad Autónoma de Nuevo León, una clínica de salud, un módulo de atención del DIF y talleres tanto recreativos (danza y música), como de oficios (carpintería, soldadura, mecánica, cocina, serigrafía, electrónica).
Además fueron establecidos acuerdos con industrias y empresas de la zona, no sólo para donación de maquinaria y material, sino para crear sistemas que luego abran oportunidades de empleo digno.
El doctor Pedro Pacheco, director de la Cátedra de Urbanismo Ciudadano del ITESM, comenta que un proyecto de la dimensión del Macrocentro Comunitario es en principio alentador, ya que generalmente las edificaciones sociales sólo cumplen metas de funcionalidad, “cuando el diseño es un elemento que contribuye a elevar la autoestima de los usuarios”.
Considera que la integración de los jóvenes es otro valor: “Ver otro futuro” es esencial para una población que en los últimos 15 años ha padecido inseguridad. Sin embargo, opina que esa “alta función de la arquitectura también podría aplicarse de manera más puntual en lugares donde la pobreza moderada y extrema no garantiza condiciones de equidad para acceder a los servicios”.
En los seis meses que lleva activo el Macrocentro San Bernabé se han atendido un promedio de 3,000 personas al día tan sólo en los talleres; incluso han tenido que otorgar fichas individuales para el proceso de inscripción o ampliar la matrícula, como en los de oficios o el de box. Rafael Picón Núñez, maestro de esta práctica deportiva, narra que en una gama amplia de horarios atiende un promedio de 600 alumnos de diferentes edades. Laura Guadalupe Jiménez, de 22 años, alumna de box, ya obtuvo el primer lugar en un torneo amateur.
En paralelo les motivan a seguir con su formación académica. Ahí mismo pueden concluir desde la primaria a la preparatoria en sistema abierto, y para quienes optan por una licenciatura en línea, la Universidad Autónoma de Nuevo León ofrece una beca a 100%.
“Cambia la familia cuando uno cambia”, comparte Ángel Rosales Delgado, quien a sus 22 años empezó un proceso para rehabilitarse en el CAPA, se inscribió en los talleres de fútbol y boxeo, y a clases de secundaria, luego se capacitó como soldador. Su transformación, considerada por los directivos “un caso de éxito”, inspiró a familiares y amigos: quienes ya toman algún taller.
Para las madres que son jefas de familia se brinda apoyo económico por dos años, si se preparan en un oficio, y pueden optar por microcréditos para empezar negocios. También es visible cómo las familias van a caminar al centro.
El mantenimiento periódico es responsabilidad de la Secretaría de Desarrollo Social estatal, pero los usuarios crearon un Comité de Participación Ciudadana que de manera voluntaria supervisa el cuidado de las áreas verdes, las zonas comunes y los juegos infantiles; incluso, si se llega a descomponer un foco, se organizan para reponerlo. “Ya lo sienten como una extensión de su casa”, dicen los directivos.
El arquitecto José María Freixes piensa que este es un modelo a seguir para combatir la violencia, fortalecer el tejido social “y generar edificios interesantes que aporten valor añadido a las comunidades”.
El proyecto tuvo una inversión de 120 mdp y beneficia a por lomenos 200,000 personas, entre ellas, niños, jóvenes, adictos y personas de la tercera edad y con discapacidad.